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lunes, 29 de julio de 2013

La tragedia.



La tragedia golpea siempre en verano. Golpea, invade y permanece. Es como una extraña ley: las revoluciones son en primavera las tragedias esperan al verano.

Así fue como a las siete vi a mis dos amigos en la estación de tren. Apenas unas doce horas antes había descarrilado un tren en Santiago, una ciudad que de milagro no había sido nuestro destino. Volvía a despuntar el amanecer como si nada hubiera pasado. Mis amigos sonreían medio adormilados y yo solo podía pensar en si hacía bien al marcharme.

La tragedias nos había invadido apenas un mes atrás a nosotros, y ahora seguíamos haciendo de tripas corazón pensando que el cáncer no era tan malo, que podíamos continuar y que el "paso a paso" nos mantendría vivos. Mi hermana tenía su próxima prueba en Madrid en apenas veinticuatro horas.

El tren salió hacia el norte, el revisor tenía cara triste y la mayoría de los pasajeros  miraban pasmados por la ventana, aún nadie tenía las narices de quedarse dormido. Los intercambios de palabras eran del tipo: ¿Cuántos van ya? Setenta, setenta y cinco, setenta y nueve. A nadie le importaba la hora, ni el sol dorado que atravesaba Castilla como un día más de verano.

Como nudo en la garganta todos los que pierden la vida, como un estallido en el pecho todo el dolor de las familias que piensas podrían ser la tuya. La tragedia es aleatoria y arbitraria. Tremendamente despiadada y salvaje. Es ahí cuando te sientes terriblemente humano. Es ahí cuando ves lo grande de los que te rodean, es ahí cuando Dios te avisa, te despierta y te maltrata. Es después cuando ves las cosas sencillas de la vida como algo precioso, es el mismo lugar en que lo mundano se hace aire del que puedes agarrar. El lugar exacto en el que respirar parece algo que haces de vez en cuando. Es ahí cuando tu felicidad cambia las prioridades, ahí mismo. Ahí cuando el aliento empieza a fallar.

La tragedia es así, completamente indolente y salvaje. Completamente cierta. Es como crecer diez años en un segundo. Es dar las buenas noticias varias veces para hacerlas más presentes, hacerte amiga de baños de bares donde los recuerdos golpean y la verdad se yergue completamente trasparente y completamente nueva. Donde la felicidad cambia a un estado sólido.

Ahí cuando empiezas a ver todo lo bueno como algo completamente claro porque para lo malo ya hay tiempo.

La tragedia golpea, pero la esperanza también.
Amemos la vida porque lo de que es corta es cierto y eso en gran manera la hace tan maravillosa.






lunes, 30 de julio de 2012

Gracia Eva, por morder la manzana.


"El pecado no nació el día en que Eva cogió una manzana: ese día nació una espléndida virtud llamada DESOBEDIENCIA."   Oriana Fallaci 




           La desobediencia nació en el mismo punto en que nacieron las reglas. Nació en aquel vergel sin dolor y sin vergüenza del que tanto han hablado. Por un lado, el hombre y de él nace la mujer. La mujer ya aparece en esta parte de la historia como un  trocito de barro, un pedazo de hueso, un trocito de nada que se convierte en el origen de todo. El Creador, tras crear, pone las barreras: no toquen ustedes ese manzano. La "estúpida" Eva  se deja seducir por un diablo disfrazado. Eva muerde la manzana. Eva y todo su futuro sufren el castigo de los cielos.

Y esa es nuestra historia. Las Evas del siglo veintiuno se encuentran en una disyuntiva continua. ¿Muerdo la manzana o aún no he adquirido el  derecho de saborear su dulzura? La manzana es todo: todo el placer, todo lo prohibido y toda la libertad de la toma de decisiones. Eva solo quiere hundir sus dientes en la piel roja, arrancar el trozo con furia y comer, masticar el resto de la eternidad con el mismo derecho que un Adán. 

A pesa de todo el tiempo discurrido, las hijas de Eva continúan cargando con la culpa. Continúan siendo el claro objetivo de las armas de los otros y de ellas mismas. El Edén actual, continúa expulsando a Eva de toda las virtudes que le presta a Adán. Los Adanes se desenamoran y las Evas miran hacia otro lado, cansadas del perdón que deben rogar y concederse a sí mismas.

Las Evas pagan cada día el "gran error" de su madre. Cuando las Evas muerden la manzana parece que el mundo las vuelve a señalar. Además parece como si ese vengativo Dios que las expulsó las hubiera diseñado para quedarse vendidas cada vez que con picardía sonríen a la desobediencia.

Sin embargo, las Evas continúan en su empeño. Ya no odian el error de su predecesora, ahora lo aceptan, y lo defienden. Y se comen el manzano entero. Los o las que tienen miedo no se resisten al silencio, las apuntan y juzgan con la mirada, o contruyen palabras tan frustrantes como guarra, cerda, puta. 


Somos completamente libres, tenemos derecho a ser quien queramos. 

Gracias Eva por morder la manzana.


Dedicado a Ana, compañera en morder manzanas y desobedecer a mi lado.


**Imagen extraída del blog Cómputo de Fantasmas
**Vídeo Trailer de Diario de una Ninfómana, muy recomendable para Evas y Adanes descarriados

miércoles, 14 de marzo de 2012

Aquel juego de cuchillos


Fregar cuchillos.



Aquel amor era como fregar cuchillos. Los cuchillos son elementos relucientes, alargados, bellos incluso. Los cuchillos dañan. María manipulaba los cuchillos en el fregadero, eran los únicos que no metía en el lavavajillas. Aquel juego de cuchillos tenían un mango de madera precioso que se astillaba y secaba con las altas temperaturas del agua del aparato. Por ello María con el poder preciso de reina de la cocina, guardaba a parte entre todos los trastos sucios aquellos cuchillos para fregarlos aparte con el mayor cuidado posible.

Los ponía bajo el agua durante unos segundos, dejaba poco a poco que el fregadero se llenara unos cinco centímetros. María adoraba esa sensación de cuidar el juego de cuchillos y poder mojarse las manos con aquel agua tibia. Le encantaba poner sus manos bajo el chorro de agua, frotarse las manos y acariciar cada dedo, cada hueco, limpiarlo, era una cirujana que cuidaba cada detalle para aquel tesoro que tenía que manipular.

Adoraba aquel juego de cuchillos, le gustaba su empuñadura de madera con pequeñas muescas en el canto. Y aquel filo tan reluciente, tan afilado como un rayo de luz, tan nuevo. La punta, la dulce punta, la afilada punta. Cuando consideraba que los cuchillos estaban lo suficientemente húmedos comenzaba a frotarlos con la parte más suave del estropajo. Frotaba de manera firme, pero cariñosa como si aquel arma de matar fuera algo débil, vulnerable o inocuo.

Sabía que aquel filo podía atravesar la piel de sus dedos en cualquier instante, sabía que las yemas de sus dedos podían verse sangrando con un mal movimiento, con un descuido idiota. Sabía que mientras estuviera con ese juego insano entre las manos podría resultar herida en cualquier instante. Sabía que la identidad de sus huellas dactilares se podían verse damnificada por un tonto corte, la identidad podía verse algo borrosa. Lo sabía todo y aún así cuidaba los cuchillos por esos momentos de agua tibia y relucientes filos.

Los cuchillos son una metáfora de las relaciones peligrosas. Los cuchillos dañan, lo sabes de antemano mételos en el lavavajillas no metas tus manos de carne entre sus puntas de acero. Por mucha belleza que parezca tener la fórmula tenían una relación de amor-odio debes saber que SI HAY VIOLENCIA, NUNCA HABRÁ AMOR.

María se dio cuenta de que era una persona que se había acostumbrado a beber el café esquivando una herida en el labio, y que siempre estaba en aquella cocina en penumbra. En su vida había un cuchillo muy bonito, pero un cuchillo es un arma de matar, de cortar carne, es destrucción incluso en la cocina. Los cuchillos apartan la piel, llegan hasta el corazón y una vez allí, continúan.

María tardó un tiempo pero al final tiró aquel juego de cuchillos que le había destrozado la vida.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dónde se te quedó olvidado el corazón.

"Aunque no lo parezca hay cosas más importantes que el dinero: las personas, el amor, el cariño, el respeto. Mirar con otros ojos nunca está demás, pero el día en que nadie mira a través de los tuyos. Dices: basta. Y sin irte físicamente, nunca más te recuperan. Te vas, y nunca más te recuperan."


Todo quizá empieza por la falta de comunicación, o por la comunicación incorrecta. Esto conlleva el total desconocimiento de esas personas. Tu total desconocimiento del medio. Las reglas se deben cumplir por muy estúpido que sea el discurso, y nadie está dispuesto a eso. No, porque simplemente el miedo ya no es opción, y ya no se trata de un estado de duda perpetua, se trata de un estado de desconfianza, de silencio. Del peor silencio de todos, del de los que fingen estar sordos.

Acaso no ves lo que pasa en tu casa. En qué momento empezaste a ver ese fin como la única razón de tu existencia y olvidaste quién eras. Y más importante, olvidaste por quién llevabas a cabo aquel fin. El objetivo tenía una razón y al final has perdido esa razón, y esa razón te ha perdido a ti.

Las razones crecen, y las personas también. Ocultan lo que consideran grandes y terribles secretos que sufren sobre una espalda sin columna. Llega un momento que tu incomprensión y tu falta de apoyo deja solos a quien más te necesitan. ¿Estás ciego? ¿estás ciega? ¿no has visto a ese cadáver que pernocta bajo tu techo? ¿no has visto sus ojos cada vez más hundidos y una sonrisa rara, como torcida que nunca le ha pertenecido?. ¿No te apiadas de él ni un momento?.

Entonces vete, continúa. Nunca más la recuperarás. No es una amenaza, ni un aviso, ni una promesa. Es la realidad. Sin empatía no hay amor, sin amor no hay personas. Sin oídos no hay palabras. Perderás a tu hija, a tu hermana, lo perderás y no te darás ni cuenta. Sin oxígeno, no queda nada.

Nada. En su más absoluto vacío. Nada.

viernes, 28 de octubre de 2011

Verdad


Un buen día te puedes convertir en una mentirosa.

Puede que siempre le hayas dicho mentiras a tu hermana, a tus padres, a tu abuela.
Puede que engañaras a tu novio olvidando hasta el último gramo de ilusión que te quedaba.
Puede que mintieras a tus amigos, primero con pequeñas tonterías, luego con toda tu historia.
Pero cuídate de algo. Cuídate de mentirte a ti misma, porque cuando llegue ese día, te habrás perdido para siempre. Y no sabrás a quién amas, por qué luchas o a quién esperas. Y llorarás bajo la ducha para que nadie sepa ya quién eres. Y sonreirás de manera taimada para que nada te afecte. Esto no es un cuento, no eres ni la bruja ni la princesa. Y te vuelves inane, piedra sorda, cemento seco, todo mentira. Toda mentira.

Ten cuidado, un mal día puedes convertirte en una mentirosa.