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martes, 11 de marzo de 2014

¿Estará ahí haciendo acopio de intangibles cuando no quede nada entre las manos?








Hacer acopio de intangibles jamás estuvo tan denostado como hoy. Somos en gran parte de los momentos el maquillaje de otro al final de un largo día. La ciudad se levanta imperante e imperiosa entre ladrillos, cristal, acero, piedra, carne y rastros de un pasado aún palpitante. Equidistantes unos de otros sentimos cómo nos precipitamos sobre todo aquello que nos han dicho que necesitamos. Las excusas resbalan como jabón sobre aceite, atraviesan, hieren, separan.

Es entonces cuando algo mudo y sordo te para ahí, sobre la arena. Miras a los ojos al león, y por primera vez eres consciente: matar al león, morir tú, o que el tiempo se pare aquí. ¿A quién le importa ya?
Estás muy perdida sobre esta inútil Meteora que te han plantado ante los ojos. Tu vida se ha detenido entre un móvil, un chivo espiatorio que te esconde que el tiempo se escapa inmisericorde entre tus dedos. Es ahí, es entonces, es ahora, nadie puede predecir o preveer, nadie sabe y todos callan. Las inmensidades, los silencios y la pérdida salvaje del NORTE en mayúsculas no importan.

Cuando todo salte por los aires, ¿estará ahí para ver cómo implosiona toda tu capacidad de respirar? ¿Estará ahí haciendo acopio de intangibles cuando no quede nada entre las manos?

Quedará nieve, calor, frío, interés, hielo, viento, bocanadas de pez espada, quedará algo de calcetines viejos y pies fríos. Quedará al lado de sus lágrimas, de su miedo, de su frío, de su incertidumbre. Quedará algo por lo que creer, algo que nos haga mantenernos en la brecha, respirando el mismo aire sin tener miedo. Quedará. Veremos

Todos los techos de todos los hospitales, hoteles, hostales, camas, y desvelos se pegarán en una película invisible entre dos capas de la piel de tu corazón, tu cerebro, tu estómago y tu pulmón central, ese que mantiene ahogadas todas las carreras que te encadenan al frío suelo de asfalto ardiente. Todos los vasos de agua irán haciendo una mella silenciosa sobre un canal indeterminado de tu esófago. Beber, respirar y continuar pestañeando es una simple ilusión que se desluce al llegar el despertar.

jueves, 24 de mayo de 2012

Cuando caen los tiranos

Cuando caen los tiranos todo el mundo se mira confundido.

Cuando cae el malvado villano que todo lo ocupa por fuerza la gente mira hacia los lados, expectante, buscan ese toque, esa punta de lanza que establezca un nuevo orden. Buscan un nuevo líder. Digo líder, no es necesario que sea príncipe o villano, hace falta un líder. 


Ahora que ha muerto el tirano, que nos ha atado, maltratado, tapado la boca, robado el dinero. El tirano ha matado la poesía, ha violado el acuerdo tácito de la democracia. El tirano y su entramado se han situado tras gafas ahumadas y nubes de humo de puro. Los tiranos le han quitado a la gente la verdad, sólo conocemos la versión oficial. Malditos tiranos.

Los tiranos, merecen la muerte por pisotear el concepto. Por machacar el constructo. Los tiranos han atado a la libertad, la justicia y todas esas deidades que se nos antojan indispensables. 
Malditos tiranos.

El perfil del tirano es claro, es un hombre de mediana edad, héroe de algunos, verdugo de demasiados. Probablemente tenga alguna piedra en el camino que le enloqueció y bueno del resto qué os puedo contar. ¿Quién no reconoce lo que es un terrible tirano? Obtuso, con la mente cerrada, la lengua llena de palabras grandiosas y los pies de barro por mucho oro que cargue encima.

Bueno, cuando el tirano agoniza, la gente empieza a susurrar. En las calles se ver arbolitos ardiendo, pintadas hijas de las noches más oscuras y las abuelitas acuden a las iglesias a rezar por un futuro que no sea igual a su pasado. Los hombres intentan mantenerse ocupados, las mujeres tragan saliva mientras hacen la cena, los adolescentes locos de hormonadas ideas rebuscan en los noticieros un pico, un guiño, una señal del presentador que hable del agonizante tirano.

Suceden los días, los meses, los años pero el cabrón tirano continúa coleando. "Bicho malo, nunca muere" escriben en la pared de tu casa. El silencio es sepulcral, ojalá muera el tirano. Quiera Dios que muera el tirano. Silencio, en espiral, todo el mundo callado. Esos viejos oficinistas de anciano malvado colaboran en el silencio, en la incertidumbre, en el respeto, en el futuro más obtuso. La máquina de los  tiranos continúa, el engranaje propicia el silencio.

Muere el tirano. Todos se miran asustados. ¿Se puede hablar ahora? 
Sí. Se ha muerto el malvado, pero en todos sus años de  vida que hemos hecho más que colaborar  en su obtusa visión del mundo. El que calla otorga, y nos hemos callado. ¿Quién quiere ser el próximo tirano? Vocifera la versión oficial. 

-No nos asusten ustedes con el polo opuesto del tirano, moriremos si nos cambian las reglas del juego.

Cuando caen los tiranos la gente se mira  confundida, mira de un lado a otro con el gesto serio y los ojos ahogados de culpabilidad:
**

 Le diste la voz al tirano al pasar callado tanto tiempo.





**Imagen extraída de http://aserne.wordpress.com/





martes, 3 de enero de 2012

La niña está triste.


Antes cuando llegaba siempre sonreía, ahora tiene una mueca horrible rara y extraña. En ese caótico orden de cosas que nadie comprende ni mide, la niña está triste. Se pone ropa cómoda porque ya no quiere impresionar a nadie, no quiere un primer plano, quiere un plano subjetivo, una angulación en picado, una mirada que pueda pasar desapercibida. Como digo, la niña está triste. Pone cara de asco, de ruina, sonríe y se siente extraña y mentirosa.

No le apetece sonreir. Está como el viento: mal encarada, fría, cortante incluso. De ahí pasa a un estado de jarrón de flores: habla poco, decora sin llamar tu atención, pero permanece en la larga fiesta. Hoy lleva un vestido verde, un peinado recto y una mirada perdida. Perdida pero penetrante, cuando la niña está triste se le ponen los ojos de vieja decrépita. Parece que en sus ojos han pasado diez años más, sin embargo, aún triste, me sigue llamando. Me sigue atrayendo, no quiero abrazarla ni quererla, ni que deje de estar triste. Me atrae su tristeza, su falta de saber estar en navidad. La niña está triste, el mundo gira y Barry White canta Sexy Thing.


-A ti qué te pasa?
-Ya no tengo alma
-Todavía tienes caliente el aliento
-Pero dentro no tengo nada
-Que bonita eres cuando tienes la cara triste


Salimos a la calle y la niña se queda mirando el vaho que sale por su boca como si eso fuera una prueba suficiente de vida. Hace frío, frío de las cinco de la mañana, frío oscuro, frío del bueno del que te da ganas de meterte en camas ajenas. Hace frío, la niña está triste, me mira fumar en silencio y deja que me regodee en lo oscuro de sus ojos. Cuando la niña está triste la quiero, y soy un niño pequeño y estúpido. Un niño egoísta, que la empujaría, la mordería, le arrancaría las medias. Aunque nadie me pregunte, yo tampoco tengo alma.



Imagen de El Hombre que nunca estuvo, Joel & Ethan Cohen.
Hache de Susana y Ana, gracias chicas. Sois fantásticas :).

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Comer a besos

"Yo quiero comerte a besos. Es lo que quiero, es mi regalo, por navidad, o por qué no."

Una eterna asignatura pendiente, una eterna desaparición. Una aparición que marea. Una sonrisa que marea, una mirada que marea, un encuentro posible pero lento, nunca llega. Mareo, vómito, sonrisa, tiemblo, tiempo. Hola, teveobien, tirandocomosiempreytú, másdelomismoahoraaquí. Y conversación tranquila, callada, pero, ay la mirada. Mirada de gatos, de tigres, de amor, de medias rotas, de asiento del coche, de tequieroylosabesperonodigasnada. Miradas, miradas, te toco, calor, y frío y ausencia. Pero son recuerdos, de otro verano y otro invierno. Recuerdos que acaloran y escalofrían la nuca. Y aunque son recuerdos: reconfortan. Siempre queda la fe el algúndía, el talvezmañana, el yallegaránuestromomento. Y siempre siempre el Ojalá estuvieras Aquí Ahora.

sábado, 23 de abril de 2011

Páprika.


Me encantaría volver. Me encanta quedarme.
Me encanta que todo cambie rápido. Me encanta que nada cambie.
Adoro ser eterno, adoro ser tenso, adoro ser de piel y no de metal.
Perdona por no haberte hablado, perdona por haberlo hecho.
Soñé despierto con palabras formuladas y gastadas.
Contenía entonces siempre la respiración, y de repente, sin quererlo, esperarlo o desearlo
calló en mis manos. Huracanado, dulce, amargo, perdido y encontrado.
Llorar cuando sé que no estaré sola: escuchar al aire, "no estarás sola"
Cuando todas las caras de los viajeros, de los vagabundos, de los que no sabían de los que me protegían. Siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida. En el fondo las raíces siguen aguadas entre tierra que no te aprieta. Nada está decidido, nunca, la inercia que se vuelve constante y envolvente, los errores y los aciertos.


Y todo lo demás.

miércoles, 6 de abril de 2011

Todo tuyo


Aquí todo ha cambiado, y quizás no encuentres el hogar que esperabas, pero llega el momento de la simplicidad, de disfrutar de un trozo casi derretido de chocolate, y mirar una sonrisa que te mira, y correr a por el autobús mientras la primavera se acelera en tu ciudad y las manos te huelen a algo que antes era extraño y ahora imprescindible. Simple y complicado, da igual pero tuyo, es como el tiempo. Todo tuyo. :)

domingo, 27 de febrero de 2011

Pollitos en tu basura.


No es ningún secreto que suelo llorar por tonterías. Lloró con una canción que ni siquiera entiendo, leo una historia que no he vivido, y lloro. Y veo a un amigo cumplir un sueño y sigo llorando. Sin embargo, la tristeza en sus múltiples variables (melancolía, nostalgia, desazón, apatía...) no está ahora en mí.

No tengo hambre. Liarse la manta a la cabeza no entraba en los planes, y sin embargo. Cajón de sastre o cajón desastre. Solo puedo decir: Cua cua.

Son discursos vitales sin salida, es normal escapar, escaquearse y buscar lo que no te han dado. Lo raro es encontrarlo, los hay que no destiñen, que no tienen miedo, que arriesgan. Los hay y las hay. Somos por lo general una dualidad constante, nunca los mismos modos, estrategias. Casi nada de todo esto entraba en los planes y sin embargo. Es esa frase que siempre me ha parecido de tontos que teorizan sin ver más allá de sus narices, esos que no abren la ventana en invierno. Esos. Esos que dicen esa chorrada que "la vida es eso que pasa mientras planeas otras cosas". Tal vez es cierto, pero no puedes sentarte a esperar en casa a que suceda algo, por eso me jode la frase. John Lennon que al parecer fue quien la dijo vivió más allá de sus narices, sacó la cabeza por la ventana, estoy segura. La muerte no entraba en sus planes supongo, espero que no se refiera a eso, claro. Bueno pues esa frase, esa sentencia que siempre he oído de bocas inútiles, que no se paraban a observar el mundo que les rodeaba. Y vivían candando la luz que se metía entre las persianas.

Yo había a empezado a andar hacia otros bellos horizontes, bellos que sin embargo había rechazado mirar. "Encontrar la manera, sentirse bien, sin tener ni idea", Pues eso. Me dí por vencida hace mucho tiempo, y ya no sufro. Porque eso es algo que hice demasiado. Ahora me parece maravilloso este lugar, mi Plaza Mayor brillando puntual, ajena a los colores del Belo Horizonte, no hace falta preguntarse nada. Solo tumbarse en la piedra caliente, notar el sol entre la piel, la ropa y la piedra. Y ver el color en el cuadrado imperfecto que es el cielo en ese momento, que todo cambie de color. Pobre como ratas, con los dientes blancos como siempre.

Calma y vértigo, calor y frío, a partes iguales. Inesperado. Idiota. Y los amigos alegres por el brindis inesperado, la cena fría, helada. Se alargan las cenas en función de nuestros príncipes, es difícil mantener la atención. Joder, ¿y qué importa todo? Nada. Nada y Todo, a veces son la misma palabra.

Da igual si el mundo anda solo, quien este, quien no. Da igual medir cada paso o estar a la altura, se escapa de nuestros deseos. Es un buen presagio que el barrio se quede sin farolas. Es un abrigo lo de la lluvia cuando te hacen daño en lo más líquido del corazón. Una vez volvía a casa, bastante triste, y empezó a llover. Llovía sobre mí y llovía yo. Y la encontré, tumbada en el centro de la Plaza Mayor cubierta de agua, bajo la lluvia con el pijama. Me dijo que estaba aún más triste que yo. Pero que se sentía bien. Se sentía bien completamente empapada sobre la piedra de octubre. Creo que se ahogó tras historias de las que nunca tendremos conciencia, pero era feliz bajo el aguacero. Era una total desconocida que no hacía planes, ni tenía un paraguas parando el agua, la vida.

Entonces definitivamente cambio la frase de Lennon y me limitaré a pensar que la vida se abre camino indudablemente, por inercia. Inercia, ella te lleva, tú vives.

VIVA LA VIDA