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jueves, 12 de septiembre de 2013

Denominaciones ciegas.


CUESTIÓN DE POESÍA.

Se acercan padre e hijo a la tribuna. Tras el cristal, numerosos objetos brillantes rescatados de una sinagoga alemana de los años treinta. La pareja tiene pegada a la vestimenta todo su origen y tradición. Resaltan entre todos los visitantes por el hecho de que no llevan mochilas o pantalones cortos, en cambió son historia viva del museo en que nos encontramos. Visten como muchas otras de las personas de las paredes. Su traje de negra pulcritud, su
sombrero, y dos largos tirabuzones cubriendo las orejas por mandato bíblico. Son el pueblo elegido. Estamos en el Museo de la Guerra, y por extensión el museo del Holocausto.

Hoy es veintisiete de enero, por ejemplo, un día más. Un día que la ONU designó como: “Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto”. Un día más, por tanto. Considero que todos los días deben ser igual de conmemoradas las víctimas de la masacre o de
cualquier otro asunto. El motivo por el que se eligió este es porque hace hoy 66 años exactamente se abrieron las puertas de aquel lugar bautizado como Auschwitz. Aquel lugar donde había muerto para siempre la poesía, como diría Teodoro Adorno.

El pueblo elegido, había sido de nuevo vapuleado en aquella situación desquiciada de principios de los treinta. Europa había enfrentado a otro conquistador con una historia poblada de traumas infantiles y decadencia mental. Como de costumbre los que menos habían dicho más pastel se habían visto obligados a comer. El pueblo alemán fue otro gran damnificado: ellos eran los verdugos bajo la mirada acusadora internacional, más culpable incluso. La feria nazi se saldó con millones de personas muertas, otras tantas perdidas, otras tantas rotas, y el extraño sabor en la boca de “que esto no debería haber pasado”. Y bueno, otra rememoración en la puerta del Museo de la Guerra, un gran “Cambia tu vida” en un rostro demacrado sobre un pedazo del muro de Berlín.

El paso del tiempo nos ha demostrado que a menudo, los enfrentamientos en los que entra en conflicto la religión, se saldan con una gran cantidad de personas que se aferran a ella de manera inuscitada. Al Qaeda consigue crear un grupo ultracatólico con sus actos, la guerra de los Balcanes se salda con amigos croatas locos por ver Lourdes o Fátima, o la II Guerra Mundial con personas que se autodenominan judíos y nada más. Ni zapateros, banqueros, profesores o militares, mujeres u hombres, ellos ante todo judíos. ¿La consecuencia ha sido el Estado de Israel?


Victimas o verdugos: palabras y denominaciones ciegas. ¿Cómo mirarían aquellos hombres que abandonaron Auschwitz un día de enero, lo que sucede ahora entre Cisjordania y Gaza? Este es otro conflicto en el que la religión está tomando un relieve innecesario. Saudíes, libaneses, iraníes, todos contra los visitantes que abusan de los palestinos. Cada vez más, el asunto se torna religioso. Tal vez dentro de sesenta y seis años un padre se acerque con su hijo a una vidriera repleta de tierra palestina, con una foto de Arafat, y un pañuelo en blanco y negro. Y todo para qué, tendremos otro día de las víctimas palestinas, y no habrá nada más que mal sabor de boca para los que vengan detrás. ¿Cuántas veces se repetirá esta historia? ¿Cuántas veces más morirá la poesía?

miércoles, 17 de abril de 2013

Completamente desnudos.





DESNUDOS

Blanco, gris y negro
Despertó sobre la acera completamente desnuda. Abrió los ojos tumbada sobre la acera por segunda vez aquel día. Despertó en la calle y era su segunda oportunidad en la tierra. Su mirada perdida y desnuda fue inmortalizada por una cámara y de aquella mujer no se supo nada más.

Hace tres años el planeta se cobraba la existencia de miles de personas y con su rugido arrasaba toda forma de vida. Hablamos de Haití claro está. Donde antes estaba un precioso país de piel negra, ahora encontramos solo un animal que continúa herido tras el seísmo que lo sacudió. Sobre su tierra ahora una mezcla de polvo, humo y miedo. Bajo su tierra, los cientos de esqueletos sin nombre sólo vivos en el pensamiento de los supervivientes.

Todo blanco, las chabolas también, sobre todo las chabolas. Pero no es níveo, límpido o puro, es asfixiante. El blanco de la pobreza más absoluta, el color bajo el que ahora viven cerca de un millón de personas.

El segundo color predominante es el gris. El color gris del hormigón migado y esparcido por doquier como si un tortazo indolente hubiera decidido acabar con todo rastro de civilización. La misma catedral entre los dos colores cobija un año después a los fieles que aún hoy miran con esperanza al cielo. Un cielo azul que pueden ver porque el terremoto se llevó todo el techo del lugar.

Y el color negro. El chocolate caliente de la piel de los supervivientes, el color de los muertos. El color de la vida, el color negro. Porque los haitianos son así, consiguieron la independencia los segundos, han sobrevivido a cosas peores, luchan por su futuro, y rezan por su presente. El color negro, el color de la vida.

Vicent Van Gogh decía que el color es un juego entre nuestros ojos y nuestro cerebro. Según el pintor, la selección de un color únicamente estaba relacionada con el sentimiento que nos inspirara. Sin embargo, nadie se ha tomado la molestia de recolorear el país, el baile de cifras continúa, y el festín burocrático se reafirma. Ahora empieza el juego político, lo fraudulento, y en nada, el ostracismo internacional. El color negro vive bajo el blanco, y el gris sigue poblando las aceras. Ante un país desnudo y herido que intenta recobrar la compostura atrapando bocanadas de aire corrompidas de polvo.


lunes, 30 de julio de 2012

Gracia Eva, por morder la manzana.


"El pecado no nació el día en que Eva cogió una manzana: ese día nació una espléndida virtud llamada DESOBEDIENCIA."   Oriana Fallaci 




           La desobediencia nació en el mismo punto en que nacieron las reglas. Nació en aquel vergel sin dolor y sin vergüenza del que tanto han hablado. Por un lado, el hombre y de él nace la mujer. La mujer ya aparece en esta parte de la historia como un  trocito de barro, un pedazo de hueso, un trocito de nada que se convierte en el origen de todo. El Creador, tras crear, pone las barreras: no toquen ustedes ese manzano. La "estúpida" Eva  se deja seducir por un diablo disfrazado. Eva muerde la manzana. Eva y todo su futuro sufren el castigo de los cielos.

Y esa es nuestra historia. Las Evas del siglo veintiuno se encuentran en una disyuntiva continua. ¿Muerdo la manzana o aún no he adquirido el  derecho de saborear su dulzura? La manzana es todo: todo el placer, todo lo prohibido y toda la libertad de la toma de decisiones. Eva solo quiere hundir sus dientes en la piel roja, arrancar el trozo con furia y comer, masticar el resto de la eternidad con el mismo derecho que un Adán. 

A pesa de todo el tiempo discurrido, las hijas de Eva continúan cargando con la culpa. Continúan siendo el claro objetivo de las armas de los otros y de ellas mismas. El Edén actual, continúa expulsando a Eva de toda las virtudes que le presta a Adán. Los Adanes se desenamoran y las Evas miran hacia otro lado, cansadas del perdón que deben rogar y concederse a sí mismas.

Las Evas pagan cada día el "gran error" de su madre. Cuando las Evas muerden la manzana parece que el mundo las vuelve a señalar. Además parece como si ese vengativo Dios que las expulsó las hubiera diseñado para quedarse vendidas cada vez que con picardía sonríen a la desobediencia.

Sin embargo, las Evas continúan en su empeño. Ya no odian el error de su predecesora, ahora lo aceptan, y lo defienden. Y se comen el manzano entero. Los o las que tienen miedo no se resisten al silencio, las apuntan y juzgan con la mirada, o contruyen palabras tan frustrantes como guarra, cerda, puta. 


Somos completamente libres, tenemos derecho a ser quien queramos. 

Gracias Eva por morder la manzana.


Dedicado a Ana, compañera en morder manzanas y desobedecer a mi lado.


**Imagen extraída del blog Cómputo de Fantasmas
**Vídeo Trailer de Diario de una Ninfómana, muy recomendable para Evas y Adanes descarriados

jueves, 24 de mayo de 2012

Cuando caen los tiranos

Cuando caen los tiranos todo el mundo se mira confundido.

Cuando cae el malvado villano que todo lo ocupa por fuerza la gente mira hacia los lados, expectante, buscan ese toque, esa punta de lanza que establezca un nuevo orden. Buscan un nuevo líder. Digo líder, no es necesario que sea príncipe o villano, hace falta un líder. 


Ahora que ha muerto el tirano, que nos ha atado, maltratado, tapado la boca, robado el dinero. El tirano ha matado la poesía, ha violado el acuerdo tácito de la democracia. El tirano y su entramado se han situado tras gafas ahumadas y nubes de humo de puro. Los tiranos le han quitado a la gente la verdad, sólo conocemos la versión oficial. Malditos tiranos.

Los tiranos, merecen la muerte por pisotear el concepto. Por machacar el constructo. Los tiranos han atado a la libertad, la justicia y todas esas deidades que se nos antojan indispensables. 
Malditos tiranos.

El perfil del tirano es claro, es un hombre de mediana edad, héroe de algunos, verdugo de demasiados. Probablemente tenga alguna piedra en el camino que le enloqueció y bueno del resto qué os puedo contar. ¿Quién no reconoce lo que es un terrible tirano? Obtuso, con la mente cerrada, la lengua llena de palabras grandiosas y los pies de barro por mucho oro que cargue encima.

Bueno, cuando el tirano agoniza, la gente empieza a susurrar. En las calles se ver arbolitos ardiendo, pintadas hijas de las noches más oscuras y las abuelitas acuden a las iglesias a rezar por un futuro que no sea igual a su pasado. Los hombres intentan mantenerse ocupados, las mujeres tragan saliva mientras hacen la cena, los adolescentes locos de hormonadas ideas rebuscan en los noticieros un pico, un guiño, una señal del presentador que hable del agonizante tirano.

Suceden los días, los meses, los años pero el cabrón tirano continúa coleando. "Bicho malo, nunca muere" escriben en la pared de tu casa. El silencio es sepulcral, ojalá muera el tirano. Quiera Dios que muera el tirano. Silencio, en espiral, todo el mundo callado. Esos viejos oficinistas de anciano malvado colaboran en el silencio, en la incertidumbre, en el respeto, en el futuro más obtuso. La máquina de los  tiranos continúa, el engranaje propicia el silencio.

Muere el tirano. Todos se miran asustados. ¿Se puede hablar ahora? 
Sí. Se ha muerto el malvado, pero en todos sus años de  vida que hemos hecho más que colaborar  en su obtusa visión del mundo. El que calla otorga, y nos hemos callado. ¿Quién quiere ser el próximo tirano? Vocifera la versión oficial. 

-No nos asusten ustedes con el polo opuesto del tirano, moriremos si nos cambian las reglas del juego.

Cuando caen los tiranos la gente se mira  confundida, mira de un lado a otro con el gesto serio y los ojos ahogados de culpabilidad:
**

 Le diste la voz al tirano al pasar callado tanto tiempo.





**Imagen extraída de http://aserne.wordpress.com/





Vosotros los condenados a muerte.




Vosotros los condenados a muerte, no a la muerte entendida como pérdida de vida sino la muerte como ese punto de inflexión que anula toda posibilidad de futuro. Nosotros somos la generación perdida. Esa frase está maldita, no la puedo pronunciar en alto. Ahora mismo mientras escribo sola en silencio, en mi casa, conmigo misma como único público intento decirla en alto pero nada, no soy capaz ni de mover los labios. Incluso me cuesta entrecomillarla y esa primera persona del plural me repiquetea y por las noches, por qué no decirlo me quita el sueño por completo y me desordena la sangre. 


Tengo veintiún años, acabo la carrera el próximo septiembre. Soy relativamente joven y ya estoy condenada a muerte. Cómo se va a echar a perder una generación, no, no y no. Simplemente no tenemos futuro, no encontraremos trabajo, no tendremos experiencia, no podremos ser aquello para  lo que nos hemos preparado. No no y no. Repito la frase, tengo veintiún años, y SOY joven, aunque me sienta vieja.


Mi generación no está perdida, está hasta los cojones de oír no. Soy estudiante de periodismo, estoy al borde, en el filo, saboreando esos últimos días de universidad. Cuatro años que me han cambiado la vida. Se me llenan los ojos de lágrimas de pensar lo poco que los he disfrutado. La universidad me ha dado tales alas mentales que sólo puedo sonreír cada vez ando por los pasillos. Aún soy alumna, aún pertenezco a ese grupo de la sociedad que está aprendiendo, que está labrándose un futuro, aún me están pegando las plumas a las alas. 


La universidad para mí ha sido como una trepanación mental. Un agujero en el cráneo a tiempo ahorra que el cerebro se embote, se hinche, se muera de la presión. La  Universidad ha sido aire muy fresco en mi cabeza. A pesar de las noches en vela, del estómago frenético en café. De los días que he llegado tarde, de los compañeros cabrones, de los grandes amigos. De los descubrimientos, de las horas perdidas en la biblioteca. De las clases magistrales. De los poetas, de los periodistas, de los diseñadores de los publicistas, de los informáticos, de los conserjes, de las señoras de las limpiezas, del lunes a las ocho de la mañana. Con todo, la Univeersidad ha cambiado mi vida. Y me da tanta pena que acabe.


En un primer momento sentía que me libraba de esa piedra, de la atadura de ser inexperta, de depender de una  calificación, de estar anclada a un horario. Pero ahora, con ese recurrente Síndrome del Fin del Mundo, soy capaz de apreciar todo lo maravilloso de esta época. 


Y ahora se supone que tengo que salir ahí fuera y enfrentarme a eso que han decidido llamar La Generación Perdida, la puta generación perdida, si me permiten. Sí, Laura perteneces a esta generación de inútiles, que no saben del sacrificio, que son arrogantes y que dominan de tal manera la tecnología que se han atrevido a mirar por encima del hombro no solo aa sus padres sino también a sus abuelos.


-Sí, estúpida, perteneces a la Generación Perdida. 
-Pero no, no me da la gana. No. Puedo decir no. Aunque nadie me escuche me lea, me da igual. Ni siquiera sé cuál es el sueño de mi vida. Pero no. NO. No me voy a rendir. 

¿Cuántas generaciones perdidas ha tenido la humanidad? 

Tenemos los intelectuales españoles del XIX, los desposeídos, los Blanco White y semejantes. Váyase a otro país, sea repudiado y repudie por todos los valores en los que ha sido criado, no se haga la víctima. Luche, vea más allá. Tenemos a Yoani, al otro lado del Atlántico, fuerte, hermosa, inteligente, disidente y muchas otras cosas más. Ella es Generación Y, enhorabuena señora Sánchez. ¿Y qué? Ahí está, contando en pildoritas twitteras, susurrando tan fuerte que el eco cruza todo el océano. 


Tenemos más ejemplos. España, años 70, cambio de vida, cambio de jefe, cambio de valores, apertura, democracia. Ciao dictadura, hola mundo. ¿Qué pasa?, ¿que aquellas generaciones no tuvieron miedo? ¿no lucharon? ¿no se dejaron los dientes, las uñas y váyase usted a imaginar qué para continuar? Pues sí.


Generaciones perdidas ha habido muchas. Y todas han salido airosas.


Estoy al borde. Al filo. A punto de empezar a volar. Tengo miedo. Mucho miedo. Soy de la Generación Perdida. 


Por eso mismo lucharé, trabajaré el doble, y nunca perderé la ilusión aunque sin nacer esté ya condenada a muerte.

domingo, 15 de enero de 2012

De repente, Abril.


"Universidad de Navarra, atentado mortal. Mi amiga estaba allí."7


Fue una primavera convulsa. Él acababa la carrera, y ella acababa el instituto. Al filo de los exámenes se conocieron. Se conocieron como se conocen la gran parte de las parejas, a través de amigos. Las tres de la mañana les sorprendió sentados en una juanola de la Plaza San Justo, hacía buena noche, y ellos solo hablaban porque eran demasiado tímidos para algo más. Las horas pasaban y ella veía que aquello solo se iba a quedar en la intentona de las personas que nunca se atreven a nada. Se levantó.

-Me voy, me ha encantado conocerte.
-Lo mismo te digo, espero que volvamos a quedar con estos y seamos capaces de coincidir.

Se miraron a los ojos, la energía fluía pero nadie daba el primer paso. Las conversaciones más circunstanciales son aquellas en las que los interlocutores no escuchan lo que dicen, piensan en cosas más importantes. Él medía casi dos metros, se sentó en el banco de piedra y miró al suelo como si el suelo guardara todas las respuestas. Ella llevaba una camiseta roja de lunares, se escapó entre la gente. Pero claro, como nos pasa a todos cuando conocemos a alguien especial, lo hacía sin convicción.

-He decidido quedarme- le rozó la espalda.
-Fenomenal.- el gigante se giró con una sonrisa inmensa de niño.

Se miraron a los ojos como si llevaran haciéndolo toda la vida, mealegrodequehayasvuelto, quieroqueseasmásqueunchicomuymajoquemepresentaronJuanyHenar. Silencio, mirada, tengotantoquecontarte.

Ella guardaba en la mano un papel roto y viejo que apareció en un bolsillo de su pantalón. Agarró el trozo de árbol y lo apretujó junto a un billete de cinco euros. Él continuaba mirando al suelo, sin decir nada, a ratos y sin parar de hablar a la vez. Eran personas tímidas, iguales si cabe, que no podían dejar de hablar, nunca se agotaban los temas, era alguien para siempre. Se miraban como si así fuera. El pretexto del resto de amigos de ir a buscar el abrigo se había agotado. Tenían que volver dentro del bar, allí no podían hablar. El ruido y la música robaban el aire y ya se gustaban lo suficiente para no ser capaces de invadir el espacio del otro.

Él se vio en la obligación de decir lo que sentía, agarró a su amiga y le susurró casi con violencia:

-Me encanta, hacía mucho que no me sentía así, pero sé que no me voy a atrever.

La amiga miró derrotada a su amiga la que se estaba enamorando. La miró derrotada porque la conocía, sabía exactamente qué no iba a pasar. Sabía exactamente cómo de parecidos eran aquellos dos seres que ya se estaban empezando a amar. Se acercó a ella y le dijo:

-Es para ti, no sabe como hacerlo, ni tú tampoco. Pero hazlo. Hazlo.
-Ya me conoces, y no lo puedo evitar
-Él tampoco lo podrá evitar.

Y fue entonces cuando una lágrima transparente pero húmeda como si tuviera toda la tristeza del mundo le cruzó imaginareamente la cara. Todo había acabado. El gigante cogió el aire que en aquella altura era sólo suyo. ¿La había perdido o sólo era una cuestión de tiempo?

*Imagen extraída de Fotos Naturaleza




sábado, 22 de octubre de 2011

Follow me on Twitter, o al fin del mundo.

Follow me. Sígueme. Vente conmigo. Vamos al fin del mundo, te dejo que vayas dos pasos tras de mí. Si quieres estar en silencio, puedes. Si quieres hablar, puedes. No digo que te vaya a escuchar. Solo te digo, follow me.

Red social, como de araña. La telaraña. Mi amigo Ismael solía decir que el mundo es una telaraña. Es como si cada persona fuera un nodo y cada uno de sus actos revirtiera en una red de consecuencias, hechos, miradas, besos, sexo. La red te atrapa y le atrapa a él, la energía fluye entre los nodos aunque ellos no se den cuenta. De tal manera, Ismael llegaba al bar, pedía una cerveza y empezaba a observar (SÍ! OBSERVAR ES LA BASE DE TODO). Las miradas se cruzaban, los gestos se acariciaban, a veces era como si almas que no saben que existen se tocaran. Allí estábamos todos, atraídos, atrapados en telaraña. Era un extraño sistema, ninguno podíamos vivir sin él, era purofuego, PURA VIDA.

Red social, facebook, twitter. La red imparable que todo lo une, en la que la energía fluye casi tan rápido como en el cerebro. Un mensaje de un amigo, un cafénosvemosestatarde, una canción de amor, una foto de cuando estuvimos en Londres, un recuerdo de todos nosotros, un felizañoojaláestuvierasaquí. Una sonrisa de dos puntos y un paréntesis. Un problema contado a través del chat, una solución en pocas palabras. Un poema que acabo de leer, te lo envío que sé que te gusta, una entrada de un blog de Chile, una noticia sobre los Domari. Un poema-milagro-lloro-protesta: We teach life, sir. Libertad para ver, oir, decir, gritar (en mayúsculas). Una comunidad de locos por Frida Kahlo, por los Cohen, por Goytisolo, por Drexler, por la violencia de boca, por el arte callejero. De dónde eres? Venezuela? yo de Salamanca. El grupo, la página, la red, la cultura, el viaje, la democracia, la democultura, la igualdad. El todo para todos. Los sueños de otros en tu pantalla, tus amigos en NYC y en tu sofá. Tú, yo, nosotros, vosotros, ellos, todos. Comparte, difunde, escucha, mira, sonríe, experimenta. Friki, qué han hecho, precioso, míralo.

Yo solo pido, que no. Que no nos corten el grifo. Que no nos quiten las alas, hemos aprendido a volar y comer nubes ricas con nuestro ordenador.



No se pierdan el We teach life!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La negra flor

Tan, tan, llaman a la puerta otra vez.



Ella siempre a tenido nombre de flor, pero es y ha sido lo menos parecido a una flor. En un primer momento la veíamos en manos sucias y hambrientas, en un segundo momento la vimos tiritando por las calles. En un tercer momento la dejamos de ver. Había decidido morir.

Al final volvió, tenía más kilos encima. Ya no llevaba la piel astillada y su pelo estaba limpio y brillante. Había dejado la calle una temporada, hablaba de bonitos vestidos, lencería de colores, un nuevo amor, y alguien que venía. Tenía casi cuarenta años y entonces se quedó embarazada. Para ella un gesto de amor era un bocadillo robado a hurtadillas de casa, un gesto de amistad es un cigarro, un café, un rato de conversación.

La negra flor te encontraba en la calle te llamaba guapa y venía a contarte sus aventuras un rato, lloraba a ratos de miedo y a ratos de alegría. Iba a ser madre, ¡ella! y no comprendía que tanta suerte fuera posible a la vez que no paraba de llorar por la vida que le iba a prestar a su bebé.

Si un día quería hablarte del amor, la única frase que pegaba y repasaba como una pegatina en tu cabeza era: "él me quería tanto". Él habían sido varios, una vez había despertado en el hospital, otra en una clínica de desintoxicación, otra de vuelta a casa de sus padres y otro en las calles más frías de Salamanca.

Ella era una negra flor, ahora ha vuelto. Su niño nació en primavera, ella (re)nació en primavera. Ha vuelto, hablando de vestidos, de bebés y de futuro. La negra flor se aleja con un precioso vestido blanco.


Sentir la trayectoria que llevan las nubes, volver por la mañana y ver que sale el sol.
Y ahí voy, a romper las telarañas de tu corazón.




*Canción: Golfa. Extremoduro
*Imagen extraída de Vagabunda







lunes, 1 de agosto de 2011

Mi amigo Ángel.


Llueve, con tranquilidad y asueto.

Llueve y delante del ordenador me pregunto si queda alguien más sobre la faz de la tierra. Solo se oye eso, llueve. Es de noche, la pantalla del ordenador inunda el espacio caliente y es la única forma de luz. El día de la ausencia no está en la red, y ahora parece que la ausencia se ha hecho eterna. Inane. Me apetece decirla con la boca imaginaria de la mente. Pero las pérdidas no son inútiles, o muy probablemente sí.

No importa nada, porque llueve. El asfalto se enfría y el señor Ángel ha desaparecido. Ochenta y ocho años y no me queda más de él que el recuerdo, el lugar donde pasaba las tardes de verano, un nombre tan común que asusta, sus historias, el revoloteo con la ilusión de que vuelva y la desazón con la piedra atada a ese trozo de alma o cerebro suspendido bajo el esternón si nunca más cruza la carretera cojeando.

Me mataría no poder haberle dicho adiós y que su fría familia de invierno y dinero le enterrara en una tarde de verano que invernal le sepultara bajo ropa oscura y tierra húmeda. Me da miedo que el dios al que él reza no nos de una última tarde de risa. Así es como le conocí, yo nunca he tenido un abuelo al uso. Esperábamos al autobús juntos, cada tarde de verano sobre la leve pradera que surge entre el oriente y el occidente de este pequeño Dogville en el que vivo. Sabía contar historias de guerra, de viajes, de triunfos, de amores y de soledad. Él siempre estaba solo. Casi cien años y una leve arruga sobre cualquier aventura traía sin que se diera cuenta noventa inviernos, y noventa primaveras, un niño.

Pero llueve y un mes sin saber nada de él hace que todas las tardes a las ocho y diez ya no tenga sentido subir al autobús.


*Para ilustrarle pongo una foto de lo que fue con veinte años y de lo que es con noventa. Un futbolista que más de cuarenta años después guarda en la cartera la entrevista que le hizo El Marca cuando el Real Madrid le seleccionó para entrar en su cantera.

Sueños, realizados o no que siempre hacen que nos brille la mirada.

sábado, 18 de junio de 2011

Devorado


"La autopista que se cerró dio lugar a miles de senderos"

Hoy he aprendido varias cosas, el blanco y el negro no existen. Para nada. Cualquiera de nosotros puede llegar a justificar un momento con algo tan oscuro como la violencia. El diablo nunca cumple sus promesas, y si lo hace, es a un alto precioso. Y creer en nosotros mismos es una vía con muchas bifurcaciones que sin embargo siempre nos aleja de la autopista. Allí todo es velocidad y asfalto.

Por tanto, acepta cada matiz del contexto, no escuches a quien no debes, y cree en ti por encima de todo. Y la pasión, en cualquiera de sus modalidades, úsala y déjate usar por ella. Eso fue lo primero que aprendí al llegar a la universidad. Una absurda fórmula de trabajo en la que el ingrediente secreto era la pasión por la vida. Pasión en todas sus modalidades, repito.



Ahora, un extracto de un libro precioso:

"La pasión hace que uno deje de comer, de dormir, de trabajar, de estar en paz. Mucha gente se asusta porque, cuando aparece, derrumba todas las cosas viejas que encuentra.

Nadie quiere desorganizar su mundo. Por eso, mucha gente consigue controlar esta amenaza, y es capaz de mantener en pie una casa o una estructura que ya está podrida. Son los ingenieros de las cosas superadas.

Otra gente piensa exactamente lo contrario: se entrega sin pensar, esperando encontrar en la pasión las soluciones para todos sus problemas. Descarga sobre la otra persona toda la responsabilidad por su felicidad, y toda la culpa por su posible infelicidad. Está siempre eufórica porque algo maravilloso sucedió, o deprimida porque algo inesperado acabó destruyéndolo todo.

Apartarse de la pasión, o entregarse ciegamente a ella, ¿cuál de las dos actitudes es la menos destructiva?"

No sé.

(Once minutos, Paulo Coelho)

sábado, 23 de abril de 2011

Páprika.


Me encantaría volver. Me encanta quedarme.
Me encanta que todo cambie rápido. Me encanta que nada cambie.
Adoro ser eterno, adoro ser tenso, adoro ser de piel y no de metal.
Perdona por no haberte hablado, perdona por haberlo hecho.
Soñé despierto con palabras formuladas y gastadas.
Contenía entonces siempre la respiración, y de repente, sin quererlo, esperarlo o desearlo
calló en mis manos. Huracanado, dulce, amargo, perdido y encontrado.
Llorar cuando sé que no estaré sola: escuchar al aire, "no estarás sola"
Cuando todas las caras de los viajeros, de los vagabundos, de los que no sabían de los que me protegían. Siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida. En el fondo las raíces siguen aguadas entre tierra que no te aprieta. Nada está decidido, nunca, la inercia que se vuelve constante y envolvente, los errores y los aciertos.


Y todo lo demás.

martes, 5 de abril de 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

El día que decidimos ser libres.


El día que decidimos ser libres empezamos a respirar el aire con una intensidad que desconocíamos hasta aquel momento. Cada una tenía una cadena, una cadena oscura, o tortuosa, y llegaron y sin saberlo nos salvaron. Entonces éramos dos niñas que se intercambiaban secretos, yo siempre culpable y tú siempre fea. Pero nos salvaron, nunca lo sabrán, pero ahora somos LIBRES.

domingo, 27 de febrero de 2011

Pollitos en tu basura.


No es ningún secreto que suelo llorar por tonterías. Lloró con una canción que ni siquiera entiendo, leo una historia que no he vivido, y lloro. Y veo a un amigo cumplir un sueño y sigo llorando. Sin embargo, la tristeza en sus múltiples variables (melancolía, nostalgia, desazón, apatía...) no está ahora en mí.

No tengo hambre. Liarse la manta a la cabeza no entraba en los planes, y sin embargo. Cajón de sastre o cajón desastre. Solo puedo decir: Cua cua.

Son discursos vitales sin salida, es normal escapar, escaquearse y buscar lo que no te han dado. Lo raro es encontrarlo, los hay que no destiñen, que no tienen miedo, que arriesgan. Los hay y las hay. Somos por lo general una dualidad constante, nunca los mismos modos, estrategias. Casi nada de todo esto entraba en los planes y sin embargo. Es esa frase que siempre me ha parecido de tontos que teorizan sin ver más allá de sus narices, esos que no abren la ventana en invierno. Esos. Esos que dicen esa chorrada que "la vida es eso que pasa mientras planeas otras cosas". Tal vez es cierto, pero no puedes sentarte a esperar en casa a que suceda algo, por eso me jode la frase. John Lennon que al parecer fue quien la dijo vivió más allá de sus narices, sacó la cabeza por la ventana, estoy segura. La muerte no entraba en sus planes supongo, espero que no se refiera a eso, claro. Bueno pues esa frase, esa sentencia que siempre he oído de bocas inútiles, que no se paraban a observar el mundo que les rodeaba. Y vivían candando la luz que se metía entre las persianas.

Yo había a empezado a andar hacia otros bellos horizontes, bellos que sin embargo había rechazado mirar. "Encontrar la manera, sentirse bien, sin tener ni idea", Pues eso. Me dí por vencida hace mucho tiempo, y ya no sufro. Porque eso es algo que hice demasiado. Ahora me parece maravilloso este lugar, mi Plaza Mayor brillando puntual, ajena a los colores del Belo Horizonte, no hace falta preguntarse nada. Solo tumbarse en la piedra caliente, notar el sol entre la piel, la ropa y la piedra. Y ver el color en el cuadrado imperfecto que es el cielo en ese momento, que todo cambie de color. Pobre como ratas, con los dientes blancos como siempre.

Calma y vértigo, calor y frío, a partes iguales. Inesperado. Idiota. Y los amigos alegres por el brindis inesperado, la cena fría, helada. Se alargan las cenas en función de nuestros príncipes, es difícil mantener la atención. Joder, ¿y qué importa todo? Nada. Nada y Todo, a veces son la misma palabra.

Da igual si el mundo anda solo, quien este, quien no. Da igual medir cada paso o estar a la altura, se escapa de nuestros deseos. Es un buen presagio que el barrio se quede sin farolas. Es un abrigo lo de la lluvia cuando te hacen daño en lo más líquido del corazón. Una vez volvía a casa, bastante triste, y empezó a llover. Llovía sobre mí y llovía yo. Y la encontré, tumbada en el centro de la Plaza Mayor cubierta de agua, bajo la lluvia con el pijama. Me dijo que estaba aún más triste que yo. Pero que se sentía bien. Se sentía bien completamente empapada sobre la piedra de octubre. Creo que se ahogó tras historias de las que nunca tendremos conciencia, pero era feliz bajo el aguacero. Era una total desconocida que no hacía planes, ni tenía un paraguas parando el agua, la vida.

Entonces definitivamente cambio la frase de Lennon y me limitaré a pensar que la vida se abre camino indudablemente, por inercia. Inercia, ella te lleva, tú vives.

VIVA LA VIDA

domingo, 2 de enero de 2011

Jesus is on the main line.


El día que te conocí, dejé de ser feliz. Tenías esa horrible manía de sonreír siempre. Y ahora te quedas dormido en la nieve. ¿Y tengo que ser yo quien te despierte? Vale. Acepto esa deliciosa sensación del copo de nieve derritiéndose en el labio, y dejándose llevar por la caricia lenta de la lengua. La acepto, pero no puedes comerte toda la nieve, e intentar no morirte congelado.

Y se contraen los músculos de la cara, para mal, para sufrir, decepción te congela la cara. El problema es ese, que se congela la cara, ya nunca más hierve la sangre. Los amigos te tapan los oídos, no es necesario que oigas sus pensamientos. Te quieren, y te lo demuestran. Los amigos.

Ahora qué? Eres un herido grave, en un juego que ni siquiera sabes cuándo empezó. Eres dependiente, antes eras una estrella de rock. Ahora lo sigues siendo pero en la etapa en la que nadie se acuerda de ti y se te van pudriendo poco a poco las entrañas, entre copas que ya no saben a nada y recuerdos a los que no perteneces. Así funciona. Dolor? o, ¿solo olvido?

Y la gente se empieza a dar por vencida. Y en el fondo a nadie le extraña. Te dejas ver. Pierdes los papeles. Escuchas canciones que ya no te remueven el interior.

Continua la asamblea. Unos se disfrazan del sarcasmo más doliente. Otros dilatan cada palabra como si el que las emitió tuviera un plan secreto para amarlos. Otros buscan los signos del fracaso. Otros despiertan hoy para darse cuenta de todo lo que perdieron por ser imbéciles. Èl se sienta a mí lado y me dice: "por lo que me cuentas, el conflicto lo tienes tú". Le voy a escuchar aunque sea un buen amigo.

Deberías un rato, largarte de tu cabeza. Pero tendrás que volver. Mira a tu espalda para saber que nadie sabe lo que escribes. Deslizarte en la telaraña, y perderte. Perder cada trozo de aire que te mantiene vivo. Y ver que a pesar de todo, sobrevivirás. Cuestionar cada regla, hasta dolerte. Empezar. Así es la asamblea. No me pidas consejo, sabes que te diré mi opinión, y sabes que intentaré no hacerte daño, sabes que te mentiré, sabes que te querré, y sabes que la asamblea te perdonará. Siempre. Siempre seremos bienvenidos. Bienvenidos en ese lugar que no existe, pero vivido, siéntate en esta silla y cuéntanos a todos tus problemas.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Oscuridad en el barrio

Ahora es siempre y nunca ha sido entonces, y esta frase no tiene ningún sentido para mí porque ni siquiera me voy a tomar la molestia de releerla, son palabrotas en bocas de un niño repelente que sueña con alcanzar la luna. Palabrotas de la niña caprichosa que soy. Hoy he comido, he dormido, he sonreído, he chuleado, he gritado, he reído, he ido a clase, he respirado, he hecho tanto. Nadie me lo ha prohibido. Esta es la vida que siempre he querido tener, sin embargo, hecho de menos a alguien.

Lula era estúpida y por eso la queríamos tanto. No se arriesgaba y ganaba, y perdía. Me dejó llena de recuerdos la habitación, la oveja Lula, el anillo de luz, la foto del Ché, un papel arrugado de un chico especial. Aquello si que fue especial, y raro, y revelador. Nos separaban apenas unos doce centímetros y de repente chas! La luz todo el barrio se apagó. Todo el barrio a oscuras. Las circunstancias eran ante todo extrañas. Pero un par de besos con sabor a cerveza sin alcohol, y un pensamiento fugaz me atravesó la mente. Él, mi amor, y entonces se me cayó el corazón en el suelo. Sonó como mil cristales finos como plumas cortaran y rajaran el aire, la luz volvió al barrio en aquel instante. Y de repente, éramos dos extraños que se besaban. Es precioso ese momento tras un primer beso con una persona, lo miras y estás tremendamente agradecido de haberle probado un instante. Pero no pasa siempre claro. Pero sí muchas veces. Aquella fue una de esas veces. Y abres los ojos y sabes lo poco que lo conoces, es como empezar un libro, la primera página.

Y entre besos a oscuras, y sueños de verano allí estábamos. ¿Nos bebemos un vaso de agua? Deja correr el agua, no me gustan las tuberías. Eres raro. No más que tú. Aun así te gusto. Aun así me encantas. Es la noche. Ya veremos.

-¿Qué ha sonado?
-Has debido de pensar algo extraño, y se te ha estrellado el corazón contra el suelo.
-Lo siento
-No te preocupes, ahora lo encontramos y lo recomponemos.
-Es muy importante para mí.
-Lo he notado, te has quedado completamente inmóvil.

Y con la eterna sonrisa, que aún hoy le caracteriza, empezamos a arrastrarnos por el suelo, buscando pedazos, trozos, bisagras, grietas. Arrancamos hojas de cuadernos vacíos de palabras mientras girábamos como si fueran cigarros de piratas caribeños. Y con esos cigarros despertábamos pelusas dormidas bajo las camas, los armarios, los enseres, los pedazo que dejé de mí en esa habitación. Recompusimos cada trozo, yo encontraba y el pegaba. El sueño ya nos apretaba los párpados, solo faltaba la junta de estaño que hacía que mi preciado y roto objeto se mantuviera, no aparecía. Duerme, ya sabes que los hombres grandes son los mejores para dormir, duermo, duerme. Entonces tú eres el chico frío que no se pierde un detalle, y tú eres la chica callada que me mantiene despierto entre poetas, locos y artístas. Somos quien somos, mañana dos extraños. Mañana y hoy. Ahora dos, mañana guerreros enfrentados que olvidan sus aventuras nocturnas en común.

Abrázame, hueles bien, la luz del sol te sigue favoreciendo, a ti no. Pues vete, no quiero, no te vayas. Tienes los ojos bonitos, tú la boca dulce. Deberíamos ser amigos, ya es demasiado tarde. Duerme, ha salido el sol. Tienes un trozo de metal en el pelo. Me voy, ha salido el sol, lo tengo todo. Nos veremos mañana para seguir discutiendo. Nos veremos de noche. Y nos vimos cuando el barrio se quedó a oscuras. Y las calles volvieron a ser nuestras. A oscuras, cuando las personas se esconden de quien en realidad creen ser.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Divagación automática


Ella siempre ha sido la típica persona que tiene novios. Yo sin embargo no. Ahora me pregunta que qué es la marca de agua. La marca de agua, la pequeña impresión que es prácticamente transparente y que sin embargo dice tanto. La marca de agua es posesión, el poder decir esto es mío. Prestarlo, imprimirlo y prestarlo. Marca de agua. Así funciona todo, es como una película transparente, sutil, que se va imprimiendo sobre la piel del corazón, finas capas de plástico que son como marcas de agua, pegatinas muy finas. Señales de posesión, aunque solo sean a recuerdos.


Luego están las ruedas de las bicis. Son como el corazón. El corazón: saborea la palabra. El primer día que tuve clase en la facultad me dijeron que el corazón no existía. Un órgano, un músculo, una conjunto de sangre, carne, y en definitiva células nada más. Es algo que nunca he llegado a creerme por mucho cariño que le haya cogido después al profesor que me lo dijo. Es imposible. El corazón como un concepto que aparezca en el diccionario, un concepto frío, inhumano. Qué vas a saber del cariño o de la ira si lees un diccionario. Nada. El baluarte de la sabiduría se cae con todo el equipo. Y el corazón, existe. A lo mejor solo nos referimos a la reacción de muchos órganos, de las decisiones de unas células de hacer tal o pascual pero existe. El corazón es ilusión, imaginación, una rueda de bicicleta, el aire varía claro.


Maldito corazón salvaje. Ese es el estribillo que no se me va de la cabeza. El corazón salvaje, el que siempre siente y luego piensa. Así nos luce el pelo, que diría mi abuela. Luego está el tema de las ruedas de las bicis. Por la vía por la que va la bicicleta hay clavos, cada cierto tiempo, dependiendo del tramo. La rueda se pincha, le pongo un parche y continúo. Otro clavo desgarra la goma unos centímetros más alla del parche. Lo arreglo y sigo pedaleando. El tercer clavo une las dos heridas, y la rueda se deshincha. Entonces hay que parar y arreglarlo entero de lo contrario, el camino no continuará. Así funciona todo. O lo arreglas o irá creando una erosión, una grieta que con cada cambio de viento será más profunda. El mío es salvaje, mi rueda tiene dientes en algunas partes y en otras es más débil que el papel. Es salvaje y estepario, como la canción. Es estepario, por la soledad o la frialdad, ninguna de las opciones parece fácil, ni bonita. Y quizás no sea estepario, sino solo salvaje. No lo sé. Tampoco hay que hacer mucho caso a las canciones ni al diccionario. Pero la culpa es nuestra, totalmente, y de nadie más. Parece que a cada segundo le buscamos una explicación o una definición. Por eso fracasan tantas cosas, por que creemos que todo es igual y solo es parecido. Es decir, de qué sirve que lo llamemos novio, amigo, rollo, de qué. Hay cosas más importante: la relación entre dos personas, sin conceptos que lo aten. Amanda se enfada porque su novio no la ha llamado al despertar, Lucía llora y ríe porque él le ha regalado una flor. Todo es parecido, pero nada es igual. Hay está todo el juego. La apuesta empieza en lo inesperado, en lo indescifrable aunque la incertidumbre nos mate, nada está escrito.


Ella es de esas personas con el corazón tranquilo, yo de esas otras que lo tienen salvaje.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Infinitivos vivos. Infinitivos infinitos.Infinitivos tú.


Me gustaría sacar la mano por la ventana de tu coche. Verle los ojos a un niño que me llame mamá. Y que me mire como nadie lo ha hecho. Salir y que me corte la cara el frío cuando esté muy triste. Amanecer y ver que hoy nadie tiene prisa. No perder la fe. Verte enfadado porque he llegado tarde. O simplemente .Verte sonreir porque he llegado. O simplemente, verte.

Olerte. Escuchar una canción y que fluya en el mismo espacio sonoro. Decirte lo peor al oído y todo lo que está prohibido. Susurrar y escuchar y notar el aire caliente en el lóbulo de la oreja. Ponerte el café delante y golpear con enfado la mesa. ¿Te reirás cuando veas que tomo demasiada azúcar?

Arrepiénte alguna vez de todo esto. Pero deja que pase el tiempo, las flores, la nieve, el calor. Quiero más. O no. Saldremos adelante. O no. Espero que no nos volvamos a ver abocados al síndrome del fin del mundo, y menos separados. Llegar a ser conformistas y apagar el ordenador. Soñar con el tiempo de la desgana y la desilusión. Decepcionarte, cambiar, crear. Deshacer la maleta, ocupar cajones, camas, personas, ojos, bocas, momentos, recuerdos. Ocupar. Ocupar tus rincones. Darse por vencida algunos días y seguir respirando. Latir y volver, y morir, y perder. O ganar. Llega el invierno largo, te regalo una flor del Jacaranda.
Ser mala. Ser buena. Ser de alguien. Ser de algún lugar. O simplemente ser. Ser.

La primera vez que te juzgo.

Se te van a caer los dientes. Lo sé. Y también que voy a morir. Y ahora qué. Ahora tengo vaqueros antiguos con los que dormir y una mancha de sangre en el jersey. ¿Te desangras? Puede ser. Recuerda que se me van a caer los dientes.

Nunca me he sentido tan autosuficiente. Ni tan perdida. Y menos a la vez. Dos cosas tan antagónicas dentro. "Hablas a cada rato de gente ya olvidada" Me duele la mano derecha. Y las piernas. Y algún rato la cabeza. Y muchos momentos son los ojos pero eso es otra historia. Nunca hemos estado tan lejos. Te has ido a una isla tú sóla y esta vez yo no te he seguido. Grítame con rabia, has sido tú quien ha elegido, ¿te he dejado sola?, grítame pero no esperes que baje la cabeza, no. Las elecciones propias no son las ajenas. Te lo recuerdo para que no creas que volví, y una estúpida noche me até lana a las manos y palos a las lanas.

Mi padre bien, bien jodido. Pero ni siquiera has preguntado. Adoro que estés ahí siempre.
Es ironía, sarcasmo, del que duele cuando sale y cuando entra. Lo suelto y no creo que hayas oído como me queman las palabras.

Te conviertes en lo que odias y entonces odias lo que eres. Y nadie se queda a tu lado. Míralo: el teléfono, tu casa, el café. ¿Quién te pregunta cómo fue el día?, cuando te quitas los zapatos. Renuncias a la extraña, a la de verdad. Renuncias a ti misma y ya me estoy dando cuenta de que solo es culpa tuya.

Tu madre llora, tiene miedo. Te mira y se pregunta qué extraño viento te ha cambiado el humor para siempre. Y crees que nadie se ha dado cuenta porque vives apretando los ojos, la precariedad es mucha en una vida ilusoria. Ahora todo se sostiene como palillos en vez de patas, y hormigón duro que oscila. Oscila precario el puente de hormigón sobre palillos. Y yo voy por allí con una vara alargada en las manos, qué rabia me entra. La aprieto y paso tras paso. Hasta que un día me tiro al río. Y aunque paso frío, la ropa húmeda y pesada, y soledad en el agua verde, sigo nadando sin vivir a expensas de la figura oscilante en que te has convertido. Y da miedo, el verte sola, sola llevando cubos de arena para fijar la mole, la gran construcción. Sola no podrás, y me da miedo. Pero por ti.

Te conozco, casi tanto como tú a mí. Te quiero. Estoy cansada de cargar con arena y de que tú estés ausente.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Helmántica, vida helmántica.

Siempre he vivido en la ciudad de las mil y una noches. No hay mezquitas y por suerte tampoco hay un sultán que cada noche mate a su recién estrenada esposa. Yo la llamó así porque cada noche hay una nueva historia que contar. He viajado miles de kilómetros sin soltar la misma copa de mi mano, sin mover los pies del suelo. Todo el mundo habla de su hogar, de aquel lugar que echa de menos, pero no pueden abandonar esta ciudad.

He visto brotar poesía, teatro, música a borbotones en las esquinas, igual que sí se hubiera roto la tubería del agua, y por las grietas del suelo inundaran las calles. Inundadas de palabras, de sonidos de jazz, de voces graves, del acordeonista rumano, la violinista cubana y el militar escuálido que no se olvida la armónica. Tampoco nos podemos olvidar al príncipe vienés que trae al cura pelirrojo y sus cuatro estaciones a nuestras calles con su violín, su pertenencia a la realeza son simples suposiciones de la persona soñadora que siempre he sido. Edith Piaf, vuelve a sonar en directo en un país hispano-hablante, como si desde la Cuba pre-revolucionaria no hubiera cambiado nada.

La calle de los tres coños, por el frío, lo largo y lo alto, no nos podemos olvidar el viento en la ciudad, claro. El viento, no tiene mucha fama, pero a mí me encanta. En la esquina de la Plaza hay un hombre, árabe, no sé de dónde exactamente. Tiene un pequeño puesto bajo un arco, le da la magia a ese sonido ambiente que de la plaza cuando sus pañuelos de bailarina de los siete velos, ondean y mil pequeñas monedas te hacen sentir la ráfaga del aire. Esa es la magia, la magia de una bailarina invisible.

Y luego están las personas, porque no son hormigas, son personas. Los propios nos encontramos en lugares ajenos. Y lo ajeno se apodera de la ciudad como si fuera propio. Yo he tenido más amores transoceánicos que autóctonos. Siempre en contínua renovación, siempre ajenos, propios, y juntos, los unos de los otros.

Las mil y una noches, o Babel, pero sin peleas. También he visto un huerto exultante en primavera, los Romeos y Julietas siguen asistiendo, cada rincón es un beso que quedará en la memoria. Allí ya murieron dos amantes, ahora, no gracias, solo queremos amor en el huerto, nada de violencia. Ah y que no se me olvide la Cueva, la entrada al infierno, las señales inequívocas de que esta ciudad ha sido, y ojalá será, propiedad y dueña de siglos y siglos de jóvenes estudiantes, con ganas de volar, inventar y saber.

Y lo mejor de todo, son los héroes locales, la rana, las leyendas y el astronauta, y las tardes de primavera, con el cielo totalmente abierto ante nuestros ojos. Porque aquí podemos ver todo el cielo, menudo espectáculo: cirros, estratos, cúmulos, y todo revestido de rojos, azules, negros, amarillos. Menudo espectáculo es este cielo. O tal vez sea como todos, pero aquí lo vemos siempre, en su inmensidad. Iluminarse de la inmensidad, como Ungaretti.

Y los héroes, uno de ellos paró un toro en una de las puertas de las muralla, la misma puerta por la que intentó entrar Aníbal, y al grito de "tentenecio" le dió un original nombre a una cuesta, para la que el toro o el mismo caballo de Aníbal no tendrían fuerza de enfrentar. Otro empezó a hablar de derechos humanos, por primera vez, esto enorgullece a una simple ciudadana. Otro se despidió de la democracia, gritando a los fascistas: "venceréis, pero no convencereís". Bien hecho señor Unamuno, señor Francisco de Vitoria, señor San Juan de Sahagún. Y señor Anónimo, por crear un libro como el Lazarillo de Tormes, y llevarte esta ciudad al fin del mundo.

Y la sala cómún de la ciudad, punto de encuentro el día de tu primer beso, o un sitio para quedar con el desconocido que anoche te besó como si no hubiera mañana. La Plaza Mayor, es como una sala de estar, de alguna manera te sientes en casa, cómodo. Yo la he visto cubierta de harina, con Vetusta Morla haciendo despegar las mentes y los pies del suelo. La he visto de noche, de día, de madrugada, triste, contenta, vacía, llena de gente con una peluca naranja, brillando como si fuera una vela gigante, brillante como si la piedra fuera lava dorada, mojada, nublada, primaveral.

Allí he visto payasos profesionales, trapecistas y cómo desmantelaban un exposición de Manolo Valdés. Aquel día sentí que se acababa una buena época, los canarios de Séneca volvían a su tierra, y se acaban las grandes celebraciones con adornos navideños en octubre, y el tomar leche condensada a escondidas con Rubén, mientras los demás jugaban al hielo. Se acababa la época de bailar salsa como desaforados, la época de llorar de risa, la época de las coreografías espontáneas de tres chicos adultos, se acababa el echar de menos a un amor que me había abandonado por un país extranjero. Aquel día de invierno en la plaza, iba camino de casa de Aida, una grúa ajena a la imagen desmontaba el rostro de acero gigante de una mujer, los canarios habían volado, y yo ya no amaba a mi bambino. La Plaza, me reconcilió con la vida que tenía antes de irme a Londres. Y me encantaría tener un final, unas palabras acertadas para esta parrafada, pero sé que en cualquier momento se me caerá en el cerebro una segunda parte. Y las letras manejarán mis dedos, se me caeran los recuerdos como un hilillo de luz por el oído, y no pararé hasta plasmarlo todo.