domingo, 15 de enero de 2012

De repente, Abril.


"Universidad de Navarra, atentado mortal. Mi amiga estaba allí."7


Fue una primavera convulsa. Él acababa la carrera, y ella acababa el instituto. Al filo de los exámenes se conocieron. Se conocieron como se conocen la gran parte de las parejas, a través de amigos. Las tres de la mañana les sorprendió sentados en una juanola de la Plaza San Justo, hacía buena noche, y ellos solo hablaban porque eran demasiado tímidos para algo más. Las horas pasaban y ella veía que aquello solo se iba a quedar en la intentona de las personas que nunca se atreven a nada. Se levantó.

-Me voy, me ha encantado conocerte.
-Lo mismo te digo, espero que volvamos a quedar con estos y seamos capaces de coincidir.

Se miraron a los ojos, la energía fluía pero nadie daba el primer paso. Las conversaciones más circunstanciales son aquellas en las que los interlocutores no escuchan lo que dicen, piensan en cosas más importantes. Él medía casi dos metros, se sentó en el banco de piedra y miró al suelo como si el suelo guardara todas las respuestas. Ella llevaba una camiseta roja de lunares, se escapó entre la gente. Pero claro, como nos pasa a todos cuando conocemos a alguien especial, lo hacía sin convicción.

-He decidido quedarme- le rozó la espalda.
-Fenomenal.- el gigante se giró con una sonrisa inmensa de niño.

Se miraron a los ojos como si llevaran haciéndolo toda la vida, mealegrodequehayasvuelto, quieroqueseasmásqueunchicomuymajoquemepresentaronJuanyHenar. Silencio, mirada, tengotantoquecontarte.

Ella guardaba en la mano un papel roto y viejo que apareció en un bolsillo de su pantalón. Agarró el trozo de árbol y lo apretujó junto a un billete de cinco euros. Él continuaba mirando al suelo, sin decir nada, a ratos y sin parar de hablar a la vez. Eran personas tímidas, iguales si cabe, que no podían dejar de hablar, nunca se agotaban los temas, era alguien para siempre. Se miraban como si así fuera. El pretexto del resto de amigos de ir a buscar el abrigo se había agotado. Tenían que volver dentro del bar, allí no podían hablar. El ruido y la música robaban el aire y ya se gustaban lo suficiente para no ser capaces de invadir el espacio del otro.

Él se vio en la obligación de decir lo que sentía, agarró a su amiga y le susurró casi con violencia:

-Me encanta, hacía mucho que no me sentía así, pero sé que no me voy a atrever.

La amiga miró derrotada a su amiga la que se estaba enamorando. La miró derrotada porque la conocía, sabía exactamente qué no iba a pasar. Sabía exactamente cómo de parecidos eran aquellos dos seres que ya se estaban empezando a amar. Se acercó a ella y le dijo:

-Es para ti, no sabe como hacerlo, ni tú tampoco. Pero hazlo. Hazlo.
-Ya me conoces, y no lo puedo evitar
-Él tampoco lo podrá evitar.

Y fue entonces cuando una lágrima transparente pero húmeda como si tuviera toda la tristeza del mundo le cruzó imaginareamente la cara. Todo había acabado. El gigante cogió el aire que en aquella altura era sólo suyo. ¿La había perdido o sólo era una cuestión de tiempo?

*Imagen extraída de Fotos Naturaleza




2 comentarios:

  1. Alguna vez leí en alguna parte que, el ser tímido no está reconocido como un problema psicologíco; pero puede ser problematico, solo mira lo que le pasó a estos de los que hablas en este post.

    Aunque bueno, es una interesante historia, y eso le ha de pasar a muchas personas

    Saludos.-

    ResponderEliminar
  2. Son cosas que pasan, pero habrá segundas partes!
    Se puede ser tímido, pero no meter en ese cajón desastre todo lo que abandonamos. No sé si has leído el Principito de Saint-Exupery. Yo suelo quedarme en el momento en que se plantea la pregunta:

    ¿Qué harías si no tuvieras miedo?

    Saludos :)

    ResponderEliminar