Este sería un buen momento para echarse un cigarro entre los labios. Dejar que el sonido de la llama absorba el silencio durante un instante y cambiar el oxígeno por humo denso y blanco. Este sería un buen momento, pero ella no fuma.
Lucía, sujeta entre los labios un cigarillo imaginario que nunca la ha pertenecido. Mira por la ventana y ve el barrio de La Vega, un lugar que se le antoja hogareño, apacible. La ventana tiene rejas, no es un barrio seguro, la verdad, pero arriba en la penumbra del salón oscuro no hay enemigos posibles. La avenida se encuentra desierta, antes hubo un manicomio, más allá un colegio y más allá otro barrio donde muchos buenos chicos se perdieron. Ahora el cuartel de policía dse erige fuerte y fiero rompiendo la arquitectura del barrio. Son curiosos los semáforos, es curioso el juego de luces nocturno: los blancos son dorados, y el semáforo sigue cambiando regular como a la más atestada hora punta.
Veintitrés grados, verano, sería un buen momento para escribir una gran historia pero el humo de tabaco no está. Lucía, se pregunta por qué nunca más nacieron las rosas.
Inercia es lo que hace que dos cosas se atraigan con una fuerza invisible y poderosa. Segundo es una unidad de tiempo. La inercia de un segundo hace que durante un instante seas consciente del momento que vives. Y te comportes como si una fuerza invisible y poderosa te ayudara a elegir con los ojos bien abiertos. La inercia de un segundo hace que caigas en el siguiente, con la grandiosa cantidad de posibilidades que pueden hacer que en ese mismo instante todo cambie para siempre, o para nunca.
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