miércoles, 13 de octubre de 2010

Tácitos.


Es Octubre. Tácito, expreso, como el café. Acuerdos y desacuerdos. Con palabras con documentos o sin nada. Tácitamente, nadie dice sí, ni dice no, pero los hechos nos delatan. Un hilito invisible, que brilla en su inexistencia, tácita existencia, nos une. Estamos de acuerdo amigo. No digas nada, sabemos todo. Solo debemos no saltarnos las reglas invisibles para no hacernos daño. Lo haremos.

Expreso, hace mucho, y perdón por la rima interna, que no concuerdo un acuerdo así. Expreso prefiero el café, o expresso. El café de un día triste. De lluvia, viento y zapatillas húmedas. Ves a tu amigo, o amiga sentado en la cafetería y parece que la vida recobra su sentido. A mí me encanta con dos azucarillos. Es un esquema vital. Algo amargo te acaricia el paladar, sí, pero que quede constancia de que yo puse todo de mi parte para que no fuera así. Lo elegí, amargo, caliente, y oscuro, lo odio, pero no puedo vivir sin él, café.

Has perdido a Lulita, lo sé. Yo solo la recupero algunos días. Me visita, me habla al oído y me cuenta que está triste. Que te echa de menos, que se sigue sintiendo perdida pero que no quiere dañarte. Lulita es así, yo he aprendido a quererla de esa manera. De manera intermitente. De manera tácita. Ella intenta no saltarse las reglas, pero la vida es más complicada de lo que tú piensas y a veces Lulita pierde el norte. Lulita es todo un personaje, pero es inevitable echarla de menos cuando se va. Hace poco tomamos un café, expresso, dobla dos esquinas y viene, amarrada a algún recuerdo. En esos nos parecemos las dos, en eso y en nuestro amor al viento.

Octubre es lo mejor que tiene, el viento. Hace poco José, Carla y yo nos subimos a la cola del viento. El paisaje es simple, un cruce de dos caminos, se acaba la pared de la casa, y dirigiendo el atardecer está el gran árbol, el superviviente. He visto caer a todos sus compañeros, Lulita a veces dice que la mía es una historia de pérdida. De eterna pérdida, de amores, de sueños, de horas de días y de inocencia. Lulita es un personaje, ya sabes.

Aquel día de huracanes, nos pusimos a mirar al sur, se ve la carretera hacia la frontera, la eterna procesión de camiones, un pueblo deshabitado, kilómetros de tierras que me encantaría andar antes de que la muerte me miré con atención. Mirando hacia el sur, se nos enredó el pelo, enmarañado, difícil, se me olvidó durante un rato, aquello de la sed, la sed. La eterna sed. La de una piel ajena.

Esa es otra pérdida. Pero lo bueno de las ausencias, de la pérdida o del desamparo que a veces nos roza, es que existen porque algo muy bueno sucedió. Saborear un recuerdo a veces es tan estimulante como el café, aunque amargo, siempre revive una pizca de nosotros, una parte que vuelve a respirar con fuerza. Yo solo quiero.

Con mi amor yo quiero bailar, dice la canción.