domingo, 29 de agosto de 2010

Un Verano en veintiún días.

Haz un viaje estúpido, no te olvides de besar a alguien especial, siéntete perdida para encontrarte. Echa de menos lo que ahora desconoces, llora al volver a casa, compra algún regalo estúpido para tu hermana, abandona el verano unos días si es necesario, sonríe cuando hayas perdido la manera de volver a casa, pierde alguna noche sin dormir, siente cuando toca, hazlo, y entonces cuando llegue el otoño podrás decir que has tenido un buen verano. Podrás decirlo y sentirlo, porque siempre estarás extraña en el lugar al que perteneces, siempre sentirás que dejaste una parte de ti, una parte que pesaba demasiado para ir en tu maleta, siempre sonreirás al ver las fotos, siempre serás parte de un buen recuerdo en una ciudad lejana e infinita de tu cabeza. Será tuya, tu recuerdo, una parte de ti, y de mí.

lunes, 16 de agosto de 2010

Tiempo de volar. Cambiar y decidir.

Estaba perdida en un lugar desconocido, cuando encontré la frase que necesitaba leer. Siempre él, mi poeta preferido, tiré zapatos y ropa para que su libro pudiera ir en mi maleta. No sé ni qué parte, de qué página, de qué momento, no lo sé, leí: romped el desamor antes de que os muerda el odio.

A mí ya me había rozado la primera parte, a él, demasiado cómodo en lo que creía un designio divino el muerdo del odio era la única respuesta que se le ocurría. Y ahora tocaba esperar, elegir o decidir parecía ser lo peor que yo podía haber hecho.

Entonces comprendí en qué momento, a partir de qué parte yo le pertenecía. Yo le pertenecía desde el mismo momento en que le había elegido, el día que vi que el amor no era aquello, le seguía perteneciendo pero mis decisiones parecían ser erráticas y ridículas como si fuera un niña corriendo por la carretera.

Habían pasado menos de treinta días, yo tenía el pelo más largo, en esta ciudad hacía más frío y él estaba tan lejos que empezé a quererme a mí por encima de todo. Gracias a Goytisolo.

domingo, 8 de agosto de 2010

Lo llaman sed.

A mí también se me olvidaron muchas cosas.
Olvidé cómo te llamabas, quién era yo.

Empezé a habitar en un cuerpo que no era mío
pero tuve suerte
abrí los ojos una mañana y me encontré en otros ojos, seguí caminando de espaldas a mis dudas.
Y el silencio llevó a la soledad más fea, luego a la más bonita y ayer comprendí que solo tenía hambre de piel.

Nuestra única certeza es que los pájaros volverán a pesar sobre los tejados y los árboles.

Lo demás da igual, si todo carece de sentido, mira ahora las nubes, verás nuevos edificios donde antes estaba tu hogar.

Camina sobre tus piernas, consciente de tus manos y de donde miran tus ojos.

Al final solo te quedará eso, una ciudad llena de árboles ardiendo y un cuerpo con hambre de otros.