miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ciclicidad y mentiras


-¿Cuál es tu puto problema?
- Tú
- Pues deja que me vaya
- Ahora no puedo
- Te disfrazas
- Y tú mientes
-¿Quién no lo hace?

Se ha tornado todo cíclico, repetitivo y tosco. Mejor decir adiós ahora, antes de que muerda el odio. Nunca hubo desamor, porque nunca hubo amor por ninguna de las partes.

La clase empezó con una frase: Te quiero. Tras escribirla en la pizarra el profesor nos miró, ¿queréis a alguien?, seguro que creéis que sí. Es todo ciencia.

Te quiero porque te necesito, o te necesito porque te quiero. Esa frase lleva dándome vueltas en la cabeza durante más de un año. En la primera quieres, en la segunda necesitas. Pero sin embargo y con lo bien visto que está eso de querer, es preferible que alguien te diga la segunda. La segunda implica las dos cosas, la primera, no lo tengo tan claro. Pero no lo tengo claro yo, que al fin y al cabo no soy nadie. Solo quien habla, no quien escucha, cuestión del medio.

Por otro lado están las mentiras. Te rompes por un amor que parece falso, y te crees todas las mentiras. Mentira, todo mentira. Me encantaría gritártelo a la cara. MENTIRA. Casi escupes la palabra, pero no estás enfadado solo es cuestión de decepción, de estupidez. No era necesario que mintieras, no era necesario que dijeras nada como si fuera verdad, porque simplemente yo no te pregunté. No pregunté, no hacía falta que te llenaras la boca de mierda. Luego están las verdades objetivamente falsas, las verdades materiales y las circunstancias. Y el ego, el ego, el ego, el ego. Demasiados factores para creer una sola palabra.

La verdad material es lo que es, la verdad. Las informaciones objetivamente falsas son las verdades, contadas para según qué oídos. Siempre arreglando un pensamiento, suavizando un acto, exagerando una suerte. Verdades contadas para unos oídos. Las circunstancias son lo que más nos cuesta entender, porque son la última causa a priori, pero son las que nos forman. Somos circunstancias. Oportunidades, decisiones, lugares, todo circunstancias. Pero eso no evita ni que te sientas triste, ni que te sientas estúpida. Por muchas circunstancias que haya. Puedes intentar buscarle una solución a toda tu existencia, pero y si eres tú la que tira de un carro en el que no va nadie montado. Entonces ¿qué?, entonces nada. Nada.

El ego. Siempre preferiré sentirme tan estúpida como ahora. Estúpida que lo da todo, o estúpida
estilo Tulsa, es decir, estúpida que lo pierde por miedo. No lo sé, estúpida, una puta estúpida. Siempre estúpida, hoy más que nunca. Estúpida. Cómo duele darse cuenta de que algo divertido se ha vuelto necesario. Cómo duele querer, en cualquiera de sus variables. Cómo duele. Cómo. Necesitar. El ego, en mi no existe. Ojalá tuviera uno de esos aplastantes.

-Si no te vas,
-Si no te vas, ¿dame un beso?
-Dámelo
-Quiéreme
-Lo hago
-¿Mientes?
- Tú decides

lunes, 15 de noviembre de 2010

Divagación automática


Ella siempre ha sido la típica persona que tiene novios. Yo sin embargo no. Ahora me pregunta que qué es la marca de agua. La marca de agua, la pequeña impresión que es prácticamente transparente y que sin embargo dice tanto. La marca de agua es posesión, el poder decir esto es mío. Prestarlo, imprimirlo y prestarlo. Marca de agua. Así funciona todo, es como una película transparente, sutil, que se va imprimiendo sobre la piel del corazón, finas capas de plástico que son como marcas de agua, pegatinas muy finas. Señales de posesión, aunque solo sean a recuerdos.


Luego están las ruedas de las bicis. Son como el corazón. El corazón: saborea la palabra. El primer día que tuve clase en la facultad me dijeron que el corazón no existía. Un órgano, un músculo, una conjunto de sangre, carne, y en definitiva células nada más. Es algo que nunca he llegado a creerme por mucho cariño que le haya cogido después al profesor que me lo dijo. Es imposible. El corazón como un concepto que aparezca en el diccionario, un concepto frío, inhumano. Qué vas a saber del cariño o de la ira si lees un diccionario. Nada. El baluarte de la sabiduría se cae con todo el equipo. Y el corazón, existe. A lo mejor solo nos referimos a la reacción de muchos órganos, de las decisiones de unas células de hacer tal o pascual pero existe. El corazón es ilusión, imaginación, una rueda de bicicleta, el aire varía claro.


Maldito corazón salvaje. Ese es el estribillo que no se me va de la cabeza. El corazón salvaje, el que siempre siente y luego piensa. Así nos luce el pelo, que diría mi abuela. Luego está el tema de las ruedas de las bicis. Por la vía por la que va la bicicleta hay clavos, cada cierto tiempo, dependiendo del tramo. La rueda se pincha, le pongo un parche y continúo. Otro clavo desgarra la goma unos centímetros más alla del parche. Lo arreglo y sigo pedaleando. El tercer clavo une las dos heridas, y la rueda se deshincha. Entonces hay que parar y arreglarlo entero de lo contrario, el camino no continuará. Así funciona todo. O lo arreglas o irá creando una erosión, una grieta que con cada cambio de viento será más profunda. El mío es salvaje, mi rueda tiene dientes en algunas partes y en otras es más débil que el papel. Es salvaje y estepario, como la canción. Es estepario, por la soledad o la frialdad, ninguna de las opciones parece fácil, ni bonita. Y quizás no sea estepario, sino solo salvaje. No lo sé. Tampoco hay que hacer mucho caso a las canciones ni al diccionario. Pero la culpa es nuestra, totalmente, y de nadie más. Parece que a cada segundo le buscamos una explicación o una definición. Por eso fracasan tantas cosas, por que creemos que todo es igual y solo es parecido. Es decir, de qué sirve que lo llamemos novio, amigo, rollo, de qué. Hay cosas más importante: la relación entre dos personas, sin conceptos que lo aten. Amanda se enfada porque su novio no la ha llamado al despertar, Lucía llora y ríe porque él le ha regalado una flor. Todo es parecido, pero nada es igual. Hay está todo el juego. La apuesta empieza en lo inesperado, en lo indescifrable aunque la incertidumbre nos mate, nada está escrito.


Ella es de esas personas con el corazón tranquilo, yo de esas otras que lo tienen salvaje.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Infinitivos vivos. Infinitivos infinitos.Infinitivos tú.


Me gustaría sacar la mano por la ventana de tu coche. Verle los ojos a un niño que me llame mamá. Y que me mire como nadie lo ha hecho. Salir y que me corte la cara el frío cuando esté muy triste. Amanecer y ver que hoy nadie tiene prisa. No perder la fe. Verte enfadado porque he llegado tarde. O simplemente .Verte sonreir porque he llegado. O simplemente, verte.

Olerte. Escuchar una canción y que fluya en el mismo espacio sonoro. Decirte lo peor al oído y todo lo que está prohibido. Susurrar y escuchar y notar el aire caliente en el lóbulo de la oreja. Ponerte el café delante y golpear con enfado la mesa. ¿Te reirás cuando veas que tomo demasiada azúcar?

Arrepiénte alguna vez de todo esto. Pero deja que pase el tiempo, las flores, la nieve, el calor. Quiero más. O no. Saldremos adelante. O no. Espero que no nos volvamos a ver abocados al síndrome del fin del mundo, y menos separados. Llegar a ser conformistas y apagar el ordenador. Soñar con el tiempo de la desgana y la desilusión. Decepcionarte, cambiar, crear. Deshacer la maleta, ocupar cajones, camas, personas, ojos, bocas, momentos, recuerdos. Ocupar. Ocupar tus rincones. Darse por vencida algunos días y seguir respirando. Latir y volver, y morir, y perder. O ganar. Llega el invierno largo, te regalo una flor del Jacaranda.
Ser mala. Ser buena. Ser de alguien. Ser de algún lugar. O simplemente ser. Ser.

La primera vez que te juzgo.

Se te van a caer los dientes. Lo sé. Y también que voy a morir. Y ahora qué. Ahora tengo vaqueros antiguos con los que dormir y una mancha de sangre en el jersey. ¿Te desangras? Puede ser. Recuerda que se me van a caer los dientes.

Nunca me he sentido tan autosuficiente. Ni tan perdida. Y menos a la vez. Dos cosas tan antagónicas dentro. "Hablas a cada rato de gente ya olvidada" Me duele la mano derecha. Y las piernas. Y algún rato la cabeza. Y muchos momentos son los ojos pero eso es otra historia. Nunca hemos estado tan lejos. Te has ido a una isla tú sóla y esta vez yo no te he seguido. Grítame con rabia, has sido tú quien ha elegido, ¿te he dejado sola?, grítame pero no esperes que baje la cabeza, no. Las elecciones propias no son las ajenas. Te lo recuerdo para que no creas que volví, y una estúpida noche me até lana a las manos y palos a las lanas.

Mi padre bien, bien jodido. Pero ni siquiera has preguntado. Adoro que estés ahí siempre.
Es ironía, sarcasmo, del que duele cuando sale y cuando entra. Lo suelto y no creo que hayas oído como me queman las palabras.

Te conviertes en lo que odias y entonces odias lo que eres. Y nadie se queda a tu lado. Míralo: el teléfono, tu casa, el café. ¿Quién te pregunta cómo fue el día?, cuando te quitas los zapatos. Renuncias a la extraña, a la de verdad. Renuncias a ti misma y ya me estoy dando cuenta de que solo es culpa tuya.

Tu madre llora, tiene miedo. Te mira y se pregunta qué extraño viento te ha cambiado el humor para siempre. Y crees que nadie se ha dado cuenta porque vives apretando los ojos, la precariedad es mucha en una vida ilusoria. Ahora todo se sostiene como palillos en vez de patas, y hormigón duro que oscila. Oscila precario el puente de hormigón sobre palillos. Y yo voy por allí con una vara alargada en las manos, qué rabia me entra. La aprieto y paso tras paso. Hasta que un día me tiro al río. Y aunque paso frío, la ropa húmeda y pesada, y soledad en el agua verde, sigo nadando sin vivir a expensas de la figura oscilante en que te has convertido. Y da miedo, el verte sola, sola llevando cubos de arena para fijar la mole, la gran construcción. Sola no podrás, y me da miedo. Pero por ti.

Te conozco, casi tanto como tú a mí. Te quiero. Estoy cansada de cargar con arena y de que tú estés ausente.