lunes, 1 de noviembre de 2010

La primera vez que te juzgo.

Se te van a caer los dientes. Lo sé. Y también que voy a morir. Y ahora qué. Ahora tengo vaqueros antiguos con los que dormir y una mancha de sangre en el jersey. ¿Te desangras? Puede ser. Recuerda que se me van a caer los dientes.

Nunca me he sentido tan autosuficiente. Ni tan perdida. Y menos a la vez. Dos cosas tan antagónicas dentro. "Hablas a cada rato de gente ya olvidada" Me duele la mano derecha. Y las piernas. Y algún rato la cabeza. Y muchos momentos son los ojos pero eso es otra historia. Nunca hemos estado tan lejos. Te has ido a una isla tú sóla y esta vez yo no te he seguido. Grítame con rabia, has sido tú quien ha elegido, ¿te he dejado sola?, grítame pero no esperes que baje la cabeza, no. Las elecciones propias no son las ajenas. Te lo recuerdo para que no creas que volví, y una estúpida noche me até lana a las manos y palos a las lanas.

Mi padre bien, bien jodido. Pero ni siquiera has preguntado. Adoro que estés ahí siempre.
Es ironía, sarcasmo, del que duele cuando sale y cuando entra. Lo suelto y no creo que hayas oído como me queman las palabras.

Te conviertes en lo que odias y entonces odias lo que eres. Y nadie se queda a tu lado. Míralo: el teléfono, tu casa, el café. ¿Quién te pregunta cómo fue el día?, cuando te quitas los zapatos. Renuncias a la extraña, a la de verdad. Renuncias a ti misma y ya me estoy dando cuenta de que solo es culpa tuya.

Tu madre llora, tiene miedo. Te mira y se pregunta qué extraño viento te ha cambiado el humor para siempre. Y crees que nadie se ha dado cuenta porque vives apretando los ojos, la precariedad es mucha en una vida ilusoria. Ahora todo se sostiene como palillos en vez de patas, y hormigón duro que oscila. Oscila precario el puente de hormigón sobre palillos. Y yo voy por allí con una vara alargada en las manos, qué rabia me entra. La aprieto y paso tras paso. Hasta que un día me tiro al río. Y aunque paso frío, la ropa húmeda y pesada, y soledad en el agua verde, sigo nadando sin vivir a expensas de la figura oscilante en que te has convertido. Y da miedo, el verte sola, sola llevando cubos de arena para fijar la mole, la gran construcción. Sola no podrás, y me da miedo. Pero por ti.

Te conozco, casi tanto como tú a mí. Te quiero. Estoy cansada de cargar con arena y de que tú estés ausente.

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