sábado, 16 de junio de 2012

Las hijas de Occidente.


Mi amigo habla de la doble moral occidental como quien habla del tiempo. Se suele molestar conmigo porque yo soy parte de esa moral occidental, yo soy española, educada en el catolicismo y blanca. Por estas y otras razones yo paso a ser en su mapa del mundo un ser más de la masa histérica de occidente.

Este post no es para criticarle ni a él ni a su mapa del mundo. Tampoco vengo yo a reafirmar mis pensamientos religiosos, mis pautas sociológicas o mi filosofía vital. No. Pero estoy cansada de que piense que el haber nacido a este lado del mundo incapacita mi objetividad acerca de lo que pasa en el tiempo que nos ha tocado vivir.

Sin embargo, sí que entiendo a qué se refiere. Él se considera del otro equipo, del perseguido equipo de los no occidentales, más en concreto él se considera del equipo enemigo por antonomasia de Occidente, él se considera uno de los muchos que pagan por sus creencias lo que hicieron un grupo de fanáticos allá por el once de septiembre de aquel año que todos sabemos. En bastantes ocasiones coincidimos en gran parte de las cosas pero no acaba de quitarse las esposas y comprender que yo no soy su enemiga. Yo no soy Occidente. No soy al menos el Occidente que él espera.

Yo he crecido en una familia que cree en Dios, no ciegamente, pero cree. Yo he crecido en una casa en la que me han enseñado que todos somos iguales, al menos en teoría. Yo he crecido en una casa en la que me han inculcado que como mujer, y como persona debo hacerme valer. También me han enseñado a ser libre, dentro de las pautas necesarias para ser feliz. Y me han enseñado mil cosas con las que no he podido transigir y de las que he salido a gritos.

Pasa mientras escribo una mujer completamente cubierta, sólo le veo los ojos y eso en una ciudad pequeña de interior con no demasiados visitantes siempre escandaliza. Bueno la chica pasa y todos nos giramos, cada cual sabe por qué. Un hombre a mi lado hace una elegía a la feminidad y a la libertad de las mujeres.

- Quién se cree su marido para obligarla a llevar la cara cubierta. No me parece nada bien que se permita algo así. Su cultura la está ahogando, le está quitando la identidad y la feminidad. Que maltratadas están las mujeres musulmanas, no hay más que verlas.

Cuando acaba su mujer le da razón como a los tontos porque está muy mal que una joven lleve la cara tapada. Y es mucho peor cuando lo hace por un marido, por un padre, por un hombre, por un dios. El discurso continúa por ahí diciendo que las mujeres musulmanas están perdiendo su identidad a cada paso que dan cubiertas, que están presas, que nadie las deja elegir.

Casi estábamos todos convencidos y agradecidos del Occidente este en que vivimos. Menos mal que nuestro padre no nos obligó nunca a cubrirnos con un velo, menos mal que nos pueden ver la cara. Menos mal. La retahíla sigue por ahí.

Vuelve a pasar una mujer al lado del grupo. Va muy arreglada, y me atrevería a decir que va muy guapa. Lleva una falda a la altura de la rodilla, una camiseta suelta de tirantes y el pelo en un gran moño rubio. Lleva la cara pintada y unas lentillas de color azul sobre los iris. Lleva unos tacones altos, muy altos que estilizan su figura. Pero lo más llamativo de todo es su delgadez. Su vidriosa delgadez. Es tan sumamente delgada que los hombros parecen las juntas redondeadas de un muñeco de madera. Su rodillas parecen dos huevos a punto de descascarillarse. Sus pómulos ya de por sí remarcados con el maquillaje se muestran altos, y le dan a su cara un aspecto de novia cadáver pintada como Barbie. Tiene un andar débil y los ojos tremendamente tristes tras las lentillas, claro que este es un detalle inadvertido para  los que miran a la dulce y atractiva muñequita.

Esta vez el hombre no hace ningún comentario. Se queda anonadado mirando las curvas (inexistentes) de la chica, la observa en silencio mientras se pierde entre la gente bajo la atenta mirada de su esposa que en cierta manera desea que su marido la mire así. La señora acaricia sus patas de gallo y acto seguido se recoloca la falda para dejarla más baja de la altura de las rodillas.

En esta ocasión no oímos que la chica esté obligada a nada, no oímos que la dulce mujer rubia sufra por su cultura. Yo me pregunto, ¿no ha perdido la identidad también al verse completamente sometida por el canon de belleza ideal? De verdad que a nadie le preocupa que en una sociedad tan ideal como la de Occidente hayan nacido enfermedades como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, la tanorexia y otras tantas. No es peligroso que la obsesión por el culto al cuerpo haya derivado en una perdida total de identidad personal.

A nadie le escandaliza que nos cubramos de maquillaje, nos subamos a grandes zapatos, nos sometamos a operaciones y a miles de dolores por belleza. Por necesidad de belleza, de autoestima, de ser parte en la sociedad de consumo. Las hijas de Occidente no viven mejor, no debemos olvidarnos por ser parte. Haz el ejercicio, échate para atrás, cierra los ojos, ábrelos. Ahora distánciate lo necesario de todo lo que crees o lo que eres. ¿La necesidad de belleza, qué ha hecho con las mujeres en tu cultura? Hipócritas, ¿ahora no lo vemos? Ahora no vemos el yugo visible de la belleza estereotipada.

Sea como sea, las mujeres quieren que las dejen elegir. O que no las dejen elegir, que también supone una forma de elección.

Actuemos en conciencia, así seremos los responsables.

domingo, 10 de junio de 2012

Graduada y rescatada

Grecia ha sido el miedo de todos nosotros. Ahora somos Grecia.
Somos la juventud de este país, y nos ha explotado en las manos la burbuja inmobiliaria. Hemos sabido antes que nadie sobre la prima de riesgo, la salud de los mercados y la pertenencia a los sin-futuro.
El mismo día en que el decano de mi facultad me puso la banda sobre los hombros mientras me deseaba suerte los periódicos titulaban que España estaba al borde del rescate.
Esto es así, somos parte de la historia. Hoy, un día graduada ya hemos sido rescatados.
Antes apoyábamos a los griegos, ahora somos los griegos.
Hoy es 10 de junio de 2012. Ya no estamos en el filo, ya hemos caído.
Graduada y rescatada.