miércoles, 26 de septiembre de 2012

Corazón caballo loco...

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Es irremediable. Irremediable y atractiva la fuerza con la que se atraen los polos opuestos. No hablo de imanes, no hablo de corrientes, no hablo de aire frío y caliente, y no, tampoco hablo de sexo. No hablo de la fuerza que junta un instante con otro, y con una casualidad la corriente eléctrica sigue fluyendo como mera e invisible energía creadora.

Cuando hablo de polos hablo de ellos dos. Dos seres completamente diferentes, e indiferentes. Una que se vuelve más sorda día día. No oye lo que hablan, lo que aconsejan, lo que sugieren. Es una jodida sorda. Él oye demasiado porque escucha, presta atención no pierde hilo a nada que se escape en el viento.

Él come de todo, saborea, huele, escucha el aceite burbujear caliente bajo el filete de cerdo. Ella a cambio, come por inercia, por costumbre, por pura supervivencia. No es que no le guste, no es que no disfrute, no es que no deshaga cada trozo de helado con suavidad en su boca. El verdadero problema es que ya no importa que ese helado sea de chocolate, de fresa o de vainilla. No importa que sea helado, o que sea aire inflador de palabras.

Ella camina por la calle con la convicción de los vencidos. Tiene los hombros caídos y el cuerpo oportunamente ladeado hacia delante como si los hombros quisieran juntarse en algún momento del camino. Él por el contrario parece un príncipe. Lleva la cabeza alta, de tal manera, a veces parece mucho más guapo de lo que es. Lleva la cabeza de tal manera que parece que la corona nunca se le vaya a deslizar hasta el suelo.


Ella tiene recuerdos. Él tiene recuerdos, y sueños.


De pronto, algo sucede. Estrellas en el cielo, planetas en el universo, coincidencias en la Tierra, conjuros hacia el firmamento. ¿Quién sabe qué? ¿Quién sabe cómo? Él toma la calle principal, ella la secundaria. Hay obras, uno de ellos debe cambiar de destino, ahí está una excusa del firmamento para que se encuentren. 

Es curioso cómo a veces los corazones están rotos. Es curioso cuando las mentes están perdidas. Es curioso que por un instante por muy ínfimo que sea las líneas paralelas sufren una levísima desviación, una sintomática levedad de la razón de ser del desvalido futuro, el desamparado y grandioso futuro. Y sucede que lo ojos ven otros ojos que los llaman, sea en un primer contacto una necesidad sexual. Sea. Lo que quiera Dios que sea. Pero que es.

Es curioso como las líneas paralelas sufren un vertiginoso, o un pequeñísimo cataclismo. Y el abismo de las posibilidades se abre ahí. Inmenso, oscuro, y claro. Profundamente claro, y profundamente profundo. Y las líneas se tocan, se conocen, se abren, se deshacen la una con la otra, se unen (pero no por mucho tiempo dicen las malas lenguas). El viaje continúa.



Él está vivo. Ella más aún.