martes, 14 de diciembre de 2010

Inacabado


El síndrome del folio en blanco que lo llaman. Me siento ahora frente al ordenador y una extraña desazón interior me hace sentir que no tengo nada que contar. Tengo uno de esos trozitos del día en el que me pongo un poco miedosa y triste, pero pasará, pasará, o si no me consumiré, pase lo que pase, el tiempo pasará.

Hoy he visto a Alba hemos cruzado unas treinta palabras en todo el año y unas veintisiete han sido solo hoy. Está loca por volver a casa, se me ha quedado impresa la frase que ha pronunciado, "no veo llegar el momento". Su momento llega el viernes. Yo el viernes pasaré uno de esos días raros, de sed, de sueño y de religión. O quizás ni eso. Yo el viernes lo pasaría dormida, como la bella durmiente, anclada sin ser consciente de qué pasa alrededor, recibir alguna llamada especial y seguir medio paseando entre dos mundos, el mental y el de alrededor.

O como otra reina, pensando no sé qué me das, que me hace volar.

Es curioso el mundo de la informática, de internet y todo lo relacionado como esto. Son medios de comunicación, la gente se conoce, se enamora, se separa, se une, se restabiliza, y todo sin salir de casa. Pero es un lugar frío, si pudiera escribiría todo esto en un papel, la red es el mundo de los sueños. Y de las pesadillas.

Ahora me doy cuenta de la vorágine autodestructiva de las últimas semanas, vorágine es exagerado lo que pasa es que adoro la palabra, nada más. Sin vivir, o viviendo sin respirar el aire, yendo y viniendo sin tregua. Y entonces despierto, despierto en una ciudad ajena, y apareces como si un desconocido diós te hubiera convertido en humano. Mi cabeza muchas veces me traiciona, creí que te había inventado. Pero eras cierto. Cierto de certeza. O cierto a secas. Cierto. No te había inventado.

El otro día te miraba, en silencio, sin que me vieras mirarte. Os miraba a todos en verdad, era como caminar dentro de la mente. Un sueño bueno es cuando estás en un lugar desconocido y te encuentras con personas de tu presente pasado y futuro. El otro día soñe. Hace ya una semana que te besaba por una ciudad desconocida, hace ya una semana que eras cierto.

Y me entiendes de una manera que no sabría ser. Me das papel, abandonas el ordenamundo y me das tu voz. El papel es un símbolo valioso, es un objeto, un objeto que puedo tener en la mano, tiene un tacto reconocible, un color llamativo, y palabras, palabras de tus manos. Palabras y papeles ciertas. Adoro el papel, gracias.

Es ciertamente un gran objeto, un gran materia. Los árboles de un bosque que sufren frío, aire y miedo en noches oscuras un buen día están en los libros de los niños, en las historias de los mayores, pegados en la pared, como una foto, como un recuerdo, como una señal de pertenencia a alguna parte. El papel es magnífico y luego nos gustan los diamantes.

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